viernes, 12 de agosto de 2011

LA HUÍDA



Una vez ultimado su plan, Maruja salió de su casa una fría noche de Enero más decidida que nunca a cambiar su vida. Salió sin que nadie la viera y emprendió la huida de aquel pueblo cruel, donde tan feliz y tan desgraciada había sido en tan corto espacio de tiempo. Solo llevaba una pequeña maleta donde guardaba algunos de sus objetos más queridos, algo de ropa y un poco de dinero que le había dado su tía. No quiso llevarse gran cosa ya que quería empezar de nuevo, y no quería llevar nada que le recordara su anterior vida.




 Empezó a caminar por el oscuro camino, muerta de frió y de miedo, pero  decidida a empezar de nuevo con firmeza y determinación. 
Su decisión de salir de madrugada estaba motivada por la necesidad que sentía de que nadie se enterara de su partida. Su padre nunca lo hubiera permitido, y su marido asustado por su decisión de no verlo más, no había dejado de darle la lata. El canalla temía que su fuente de ingresos desapareciera. Ni siquiera Filomena sabía el día en el que su sobrina iba a marcharse del pueblo, ya que ésta no quería bajo ningún concepto que sus planes se frustraran. 
Así que, aquella madrugada fría y ventosa, Maruja salió a hurtadillas de su casa firmemente decidida a pasar aquella página de su vida y a no consentir que algo similar volviera a sucederle.


DON HELIODORO DE LA CUEVA


 A la llegada del alba solo había recorrido un escaso trecho por el boscoso camino. La nieve comenzó a caer mansamente, dificultando su marcha, apenas avanzaba y temerosa de ser descubierta se esforzaba por poner la mayor distancia posible.
Con las primeras claras del día oyó a lo lejos el traqueteo de un carruaje. Éste se acercaba, y ella no tenía fuerzas para correr y alejarse. Pronto fue alcanzada por el vehículo y comprobó horrorizada que en el mismo viajaba el boticario del pueblo.


MARUJA Y SU NUEVA IMAGEN


Don Heliodoro de la Cueva era un joven apocado y tímido con las mujeres. Huérfano de padre se había criado con su marimandona madre y sus dos hermanas pequeñas a las cuales sirvió de figura paterna. Rodeado de tantas mujeres el muchacho creció entre tules y frufrús, lo que a los ojos de los rústicos pueblerinos le daba aspecto afeminado. Nada más lejos de la realidad. Era un joven inteligente y culto, que hizo sus estudios de farmacia en tiempo record y se hizo cargo del negocio familiar: Cuidaba con esmero a su familia y en su interior aspiraba a casarse y fundar su propia familia.
Se quedó muy sorprendido al ver a Maruja a la que conocía someramente. Paró el carruaje y se dispuso a ofrecerle ayuda. Maruja aterida de frío, optó por aceptar su ofrecimiento y con gran esfuerzo subió al interior. Amablemente Heliodoro le ofreció una manta de viaje y algo de caldo caliente que portaba en un termo. Ya mas reanimada, Maruja se vio en la obligación de darle las gracias y alguna explicación. Cuando empezó a hablar su voz se quebró ahogada por los sollozos y el muchacho conmovido, la intentó consolar como pudo. Conocía por las habladurías de la gente la tragedia de la joven y de pronto se dio cuenta de que ella estaba huyendo.
DOÑA PURA DE LA RIVA


 Con una madurez propia de una persona de más edad, se hizo cargo de la situación y se ofreció a llevarla donde ella quisiera, haciéndole la firme promesa que nunca revelaría a nadie aquel encuentro. Maruja, agradeció el ofrecimiento y creyó en su promesa de no revelar su secreto, y fue así como la llevó hasta la capital. Una vez allí y viendo a la joven perdida y sin saber que hacer, le preguntó cuales eran sus planes. Ella no sabia muy bien que hacer y el joven viendo su incertidumbre la trasladó  a casa de una viaja amiga de su familia que tenia una pensión.


MARUJA


 Doña Pura de la Riva era viuda de un militar. Había quedado algo desamparada, a la muerte de su marido y se ganaba un dinerito alquilando habitaciones a señoras de buena familia. Dio la bienvenida a su casa a Maruja, y pronto se dio cuenta del estado de ánimo de la muchacha. Bondadosa y paciente esperó a que fuera ella quien diera el primer paso y un día en el que la encontró llorando amargamente, la abrazó con afecto y la consoló como si de su propia hija se trata. Poco a poco Maruja se fue abriendo y le contó toda su historia. Doña Pura, mujer práctica donde las haya, la tomó bajo su tutela y se dispuso a pulirla y sacar a flote todo su potencial. Lo primero que hizo fue ponerla a dieta. Una vez fue mejorando su aspecto, la llevo a una modista amiga suya para que la vistiera más adecuada a su edad. La pulió y presento a sus amistades para que fuera adquiriendo soltura y confianza en si misma, y poco a poco aquella muchacha destrozada y obesa se fue transformando en una joven muy atractiva, con una estupenda figura y unas maneras exquisitas.
DOÑA POLONIA CAPILLA
Tal fue su cambio que nadie que la hubiera conocido en su anterior vida, la hubiera reconocido. Estaba delgada y espectacular. Doña Polonia Capilla, amiga de Doña Pura se apiadó de la muchacha y la enseñó a vestirse y a peinarse. Le dio seguridad en si misma y junto a Doña Pura pasaron a ser los pilares fundamentales de su nueva vida.
Habían pasado tres años y sus heridas estaban cicatrizando. Parecía otra persona, siempre sonreía y se la veía llena de alegría. Doña Polonia la contrató como dama de compañía y la llevaba a todas partes donde era invitada. Viajaban con frecuencia a Madrid y también pasaban algunos periodos en Santander donde la dama tenia una casa... Continuara

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