sábado, 13 de agosto de 2011

LA METAMORFOSIS



Antonio "el  Borrego", quedó desolado con la desaparición de su hija. Su hermana Filomena no soltó prenda a pesar de las presiones que sufrió, entre otras causas porque ella también desconocía el paradero de Maruja.


Pepito"el Guapo", sintió un gran alivio con la ausencia de su mujer. Se instaló en el domicilio conyugal y se dedicó a dilapidar alegremente el patrimonio de la ausente. Antonio no podía hacer nada al respecto. Las Leyes de aquellos tiempos trataban así a las mujeres; como si fueran eternas menores de edad. Sus maridos eran dueños de gastarse sus bienes sin dar explicaciones. A eso se dedicó Pepito, que para tener contenta a su querida le había puesto un coqueton pisito, retirándola del negocio. Ella le dedicaba sus atenciones en exclusiva y aquello le costaba una pasta gansa. Pronto empezó a desprenderse de algunas tierras, vendiéndolas por cuatro cuartos, para conseguir dinero en efectivo y darle todos los caprichos.

ANTONIO "EL BORREGO"


Antonio veía con estupor como el patrimonio que había legado a su hija desaparecía. Estaba extremadamente arrepentido de su vida pasada y de los errores cometidos. Añoraba a su hija y se desesperaba sin recibir noticias suyas.


Nadie sabia donde estaba, nadie recibió una carta de ella haciendole saber que estaba bien. Ni siquiera su querida tía fue una excepción. Solo Don Heliodoro el Boticario estaba enterado de su paradero, pero él había dado su palabra a Maruja de no rebelar su secreto, y la cumplió a rajatabla.

HELIODORO Y MARUJA




En el pueblo se dijo de todo: Las cotillas lanzaron el bulo de que había muerto asesinada por unos forajidos. Luego cuando pasado el tiempo no aparecía cadáver alguno, dijeron que se había fugado con un viajante y así sucesivamente. La última mentira que dijeron, fue que se había metido a monja en el Convento de las Carmelitas de la Capital. Antonio, su padre que la buscaba sin descanso, recorrió todos los conventos de la comarca, pues tenia la esperanza de encontrarla refugiada en alguno.



Amargado y desesperado por todo lo ocurrido, especialmente por la desaparición de su hija, el hombre envejeció prematuramente. Dedicaba todo su esfuerzo y fortuna a remediar en lo posible el mal causado. Para ello dejó de visitar a Fifí, entregándole una cantidad de dinero para que se retirara del oficio. La meretriz que en el fondo era una buena persona, entendió la nueva situación y acepto de buena gana aquel dinerito que le solucionaba la vida si era cuidadosa. Dejó la Pupeé y se estableció en la capital donde puso un kiosco de chucherías que le permitía vivir decentemente. Siempre guardo cariño y agradecimiento a Antonio por este hermoso gesto que tuvo con ella.


Heliodoro viajaba frecuentemente a la capital. Vio como Maruja mejoraba y asistió conmovido a su cambio físico. El patito feo se estaba convirtiendo en un adorable y esbelto cisne, y lo que era más importante; se la veía feliz y contenta de nuevo. Solo algunas veces cuando creía que nadie la miraba, una sombra de tristeza , se percibía en su semblante. Heliodoro intuía que alguna pena quedaba todavía en su interior.

MARUJA TOCANDO EL PIANO


Poco a poco se fue enamorando de ella de una forma total y sin esperanza. Sabia la situación de la muchacha y todos los impedimentos que había. No quería confesarle su amor por delicadeza, pero consiguió su amistad y ambos disfrutaban hablando de música, poesía y viajes. Un día Heliodoro se atrevió a contarle el calvario que estaba pasando su padre, creyéndola perdida para siempre. Le habló de como había envejecido y lo arrepentido que estaba.También le contó que había dejado a Fifí  y lo que estaba sufriendo con su ausencia. Le relató todos los esfuerzos que hacia para encontrarla. Esto ultimo la conmovió. Ella había llegado a pensar que no la quería nadie a parte de su tía Filomena. Pero no quiso decirle nada del felón de su marido para no entristecerla...continuará

No hay comentarios:

Publicar un comentario