jueves, 6 de octubre de 2011

LA BRUJA OSCURA Y SU CORTE


 LA BRUJA OSCURA Y SUS REPELENTES AMIGOS

Érase una vez un verde y frondoso bosque perdido en un hermoso y lejano valle. El precioso lugar era el hogar de multitud de animalitos que vivían felices en una perfecta armonía.

En lo mas profundo de la verde y espesa vegetación, había una gruta oculta donde habitaba una bruja muy buena y bondadosa. Se llamaba Lizzi y había llegado a este bonito lugar huyendo de un malvado brujo que la había tenido secuestrada. Había sufrido mucho durante su cautiverio, y en un descuido del brujo malvado se escapó, y después de muchas penalidades llegó al bosque maravilloso en un estado lamentable. Estaba exhausta y llena de heridas dolorosas y muy afligida por la dura experiencia.



 Cuando llegó a la gruta decidió quedarse para siempre en aquel maravilloso lugar. Una vez recuperó la salud y la auto estima, adornó su vivienda con plantas, flores, y cestas llenas de frutas, dándole un acogedor aspecto y se dedicó a recoger hierbas medicinales y a preparar ungüentos sanadores con los que curaba a todos los animalitos que sufrían algún percance.



 Pronto su fama se extendió por toda la comarca, y  venían de todas partes, gnomos, elfos y todos los habitantes de los bosques de la región y desde otros muy lejanos, buscando remedio y consuelo para sus males. Ella atendía a todos y pronto se granjeó fama de buena y sabia. Todos juntos formaban una armoniosa familia en la cual cada uno aportaba su granito de arena para que todo funcionara. Pasó el tiempo y un día se presentó en el bosque una extraña y rara mujer. Iba vestida con unos negros ropajes y un negro sombrero de bruja. Su aspecto era siniestro. Era muy delgada, casi famélica, tenía en la cara unas grandes pústulas supurantes y unas feas manchas negras y violácea. Presentaba un horrible estado y una terrible infección.



La brujita Lizzi cuando la vio tan enferma y en un estado tan lamentable, la invitó a entrar en su gruta y le dio comida y cobijo. Poco a poco la siniestra mujer fue reponiéndose y mejorando con los cuidados y atenciones de la buena de Lizzi. Las feas manchas fueron desapareciendo con los ungüentos que ésta le aplicaba y su aspecto dejó de ser tan horrible. La misteriosa mujer dijo ser una "bruja oscura" y llamarse Petulanta. Presumía de pertenecer a una dinastía de brujos y brujas muy poderosos de un remoto país.
Explicó que venía e un largo viaje lleno de peligros y vicisitudes, de ahí su depauperado estado. 


Dicho lugar llamado Brujilandia, estaba gobernado por un terrible y depravado brujo que obligaba a su pueblo a vivir esclavizado.


Tantas desgracias contó que todos quedaron impresionados. Algunos de los animalitos del Bosque Maravilloso se quedaron pensativos, pues nunca habían oído el nombre de semejante lugar. Petulanta había llegado volando en una escoba que guardaba celosamente en un gran bolso de mano del que nunca se separaba, y muchos habitantes del bosque sentían un escalofrío cuando la veían pasar, tal era su negrura y siniestro aspecto.




Pronto empezó a sembrar la cizaña en el otrora feliz grupo, y a traer y llevar chismes, haciendo unas criticas despiadadas hacia su benefactora. Al poco tiempo y de forma repentina empezaron a llegar brujos y brujas de las mas malas y perversas. Unas feas y mal encaradas brujas, que pronto se hicieron muy amigas suyas. Después llegó Fetidón, un brujo de lo peorcito, y un montón de viejas y tontorronas brujas que pronto  empezaron a criticar a Lizzi, azuzadas por Petulanta, y a indisponerla con los habitantes del bosque.



"Que si Lizzi hace esto o lo otro", que no tenéis que hacer lo que ella os diga etc. Así fue sembrando la semilla de la cizaña en la otrora feliz comunidad. ¡ Ah!, pero cuando estaba Lizzi delante no se atrevía a criticarla y le ponía buena cara, pues era falsa y taimada. Ésta particularidad unida a que cuando se tomaba sus potingues resultaba simpática, ya que hablaba y hablaba sin cesar, hicieron que la buena de Lizzi no desconfiara de ella hasta mucho después. La bondadosa Lizzi la dejó quedarse en una pequeña gruta aneja a la suya, y le ayudo a instalarse y a decorar su cueva. Así transcurrieron unos meses en los que todos fueron mas o menos felices y no hubo mayores
problemas, aun cuando la maldad ya se había instalado en el heterogéneo grupo.
Un día llegó al Bosque Maravilloso una despeinada mujer, de ojos saltones que volaba en un dragón de komodo. Un animal peligroso que ella manejaba a la perfección. 
 


Manifestó venir del otro lado del mundo, de un lugar muy lejano de allende los mares. 
Se acercó al claro del bosque donde estaba la gruta e hizo bajar al enorme dragón, que furioso por tanta animación lanzaba tremendas llamaradas por su boca. La horrible bruja de nombre Pomponea dijo ser experta en pociones mágicas.


Muy pronto se hizo amiga de Petulanta y fingía también serlo de Lizzi, ambas se mostraban muy pelotas y zalameras, pero por detrás la criticaban, ya qué envidiaban su bondad y carisma.


Los elfos azules, amigos de Lizzi, Kiko y Kuco, pronto se dieron cuenta de lo que las dos brujas tramaban, pero no se atrevieron a decir nada por temor a no ser creídos.
 Al poco tiempo se incorporo al grupo el mago Fetidón, que tenia fama de malo y perverso y de embrujar a todos los seres vivos que se cruzaban en su camino para extraerles la sangre y utilizarla en realizar sus potingues.

Después vino la Bruja Majarona, luego su amiga Lánguida y por último se incorporó la brujita Mentirosa. Esta ultima era pequeñita, pero muy tragona y mentirosa. Decía a todo el que la quería oír, lo maravillosas que eran todas las brujas. También presumía mucho de sus poderes y de lo bien que hacía los hechizos.


Todos juntos formaron un siniestro grupo, y poco a poco se fueron adueñando del bosque de una forma maléfica, desplazando a elfos, gnomos y a todos los animalitos de sus viviendas, y apoderándose de todo con sus pociones maléficas y sus malas artes. El ambiente en el Bosque se había enrarecido de una manera atroz. Petulanta estaba todo el día mirándose al espejo, pues el brujo Fetidón le tiraba los tejos y estaba a todas horas diciéndole lo guapa que era. El muy ladino se había dado cuenta de la influencia que tenía sobre la malvada Pomponea y sobre las otras tontorronas brujas.



Con los piropos y halagos que interesadamente le dedicaban Fetidón y Pomponea, Petulanta estaba todo el tiempo poniéndose potingues y mejunjes para estar más 
guapa cada día.
La muy necia se creía guapísima y estupenda, no se daba cuenta de que los dos la estaban utilizando. Un buen día apareció en el lugar una bruja muy vieja y enferma que apenas podía volar, llamada Decrépita. Sus manos estaban retorcidas y su espalda encorvada por el peso de los años. Tenía una pierna casi inutilizada y presentaba un aspecto lamentable. Llevaba varios meses en el Bosque y nadie le prestaba atención a excepción de la Brujita Lizzi que como siempre se apiadó de ella, la cuidó y le dio cobijo en su gruta. La bruja fue mejorando y al cabo de unos meses daba gusto verla. Un día la malvada Petulanta se fijó en ella y le hizo gracia como saltaba y brincaba loca de contenta por su mejoría, y entonces la hechizó con un embrujo y un bebedizo, cuyos efectos la hacían creerse con veinte años, y no con el millar que en realidad tenía.


Las malvadas apenas disimulaban
 las risas y burlas que de ella hacían. A las burlas se unieron Pomponea y Fetidón, Mentirosa, Majarona y su fea hermana Lánguida. Lizzzi  intentó advertirla de lo que estaba pasando pero Decrépita no la escuchó y en los días sucesivos se mostró con su benefactora fría y distante. La pobre Lizzi, sufría mucho con esta situación, además de haberle ocupado su gruta y haberla desplazado a un rinconcito, la trataban muy mal y apenas la escuchaban. Petulanta y Pomponea junto con Fetidón, hacían y deshacían a su antojo sin miramiento ninguno hacía ella y hacía sus dos amigos elfos. Los días sucesivos fueron llegando más y más brujos malvados que se hicieron los amos, obligando a todos a rendirles pleitesía, llevarles comida y obedecerlos en todo. Se valían de sus magias oscuras y siniestras, haciendo hechizos y pociones a todas horas. En la última oleada llegaron dos brujos llamados Presuntuoso y Simplón.




Estos malvados fueron captados de inmediato por Petulanta y siempre la acompañaban a todas partes, esparciendo ramitos de muérdago a su paso como si fuera la reina de las brujas. A tal punto llegó su estado de engreimiento, que pidió ser nombrada como La Reina de las Brujas con el nombre de Bruja Petulanta I. Los demás brujos aplaudieron la idea y un macabro y oscuro día prepararon una gran fiesta, con bebedizos y comidas prohibidas, para festejar el nombramiento de la nueva reina de las Brujas, como BRUJA PETULANTA I", Reina y Señora del Bosque Maravilloso. Fetidón preparó un bebedizo con sangre de estorninos qué según él, traería buena suerte a la oscura y malvada nueva reina. Ante esta grave situación Lizzi se reunió en un escondido lugar del bosque con sus amigos los elfos y la gnoma Baldomera. Esta última era una pequeña y dulce mujercita que tenía un corazón de oro, y que también estaba siendo hostigada por las malvadas y siniestras criaturas. Juntos hicieron una valoración de la situación y hartos de aguantar las maldades y desprecios de todos, decidieron salir de su amado Bosque y buscar cobijo en otro lugar.


Baldomera dijo haber oído hablar de un brujo hechicero, muy bueno y sabio, llamado Formelio, qué vivía en un país lejano y al que acudía mucha gente, para recibir sus remedios y consejos. Los cuatro amigos fueron preparando el largo viaje, guardando miguitas de pan y algunos frutos secos que conseguían esconder de la voracidad de los malvados, y así fueron acumulando unas pobres reservas para su largo camino. Extremaban al máximo sus precauciones, ya que no querían que se enteraran de sus planes.
Una noche del mes de abril, los brujos organizaron un aquelarre y tomaron bebedizos y pociones preparadas por Fetidón y Malaya. Bebieron y bebieron sin parar y cuando ya estaban totalmente groguis la tomaron con el marido de Baldomera el gnomo Pepote. El pobre fue sacado de su casita y obligado a bañarse en una fétida charca, cuando se encontraba enfermo en su cama. El que más tirria le tenia era el Brujo Saturnón, marido de
Decrépita y que aun cuando tenia fama de bueno, odiaba a todos los seres felices.



 Nuestros amigos estaban cada día más preocupados y asustados por el cariz que habían tomado las cosas y esperaban ansiosamente una oportunidad para escapar. Aquella madrugada y una vez reunieron sus escasas pertenencias, muy sigilosamente se internaron en lo profundo del bosque, donde emprendieron una veloz huida y corrieron sin cesar, buscando alejarse lo más posible. ¡Ah! pero no contaban con el gato Miaoo. Éste era tan malo como su dueño Fetidón, y siempre estaba atento a todo lo que pasaba para contárselo. En cuanto vio al grupo abandonar el claro del bosque emitió una especie de risita  que sonaba así; jiusjiusjiusssss, y que puso a los brujos sobre aviso.


 Nuestros amigos vieron de repente caer sobre  ellos una multitud de escobas, y pronto fueron reducidos con embrujos y maleficios. Cuando despertaron se encontraron atados de pies y manos y metidos en un negro y maloliente pozo. Fetidón les echó encima su pestilente aliento, que los dejó sin sentido durante largos minutos.

Cuando recobraron el conocimiento, un silencio sepulcral se había adueñado del bosque. Lizzi y Pepote con ayuda de Baldomera, Kiko y Kuco consiguieron salir del lóbrego pozo, y vieron alrededor a todos los brujos totalmente dormidos y atontados por la borrachera y las pócimas. Muy sigilosamente buscaron al gato que también dormía y lo metieron con cuidado en un saco para evitar que los volviera a delatar. Emprendieron una frenética huida de aquel que, en otros tiempos fue un hermoso Bosque Maravilloso y que ahora presentaba un aspecto desolador, arrasado por las fuerzas malignas que se habían apoderado del hermoso lugar.
Siguieron adelante sin volver la vista atrás. Caminaron día y noche y al fin, encontraron una blanca casita en un  claro de un tupido bosque, donde vivía el mago Formelio, que les acogió amorosamene y les prestó cobijo y ayuda, para establecerse en el luminoso lugar, y que pudieran olvidar su amarga experiencia. Juntos construyeron unas maravillosas casitas y allí, con su nueva vida, lejos del mal y la perversidad, muy juntos, pronto olvidaron los malos tiempos pasados y fueron felices para siempre.
FIN

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