viernes, 3 de mayo de 2013

TRINKOLANDIA Y LA TRIBU DE LOS BOBONES.






Érase un lejano país llamado Trinkolandia, situado por la madre Naturaleza en un privilegiado lugar. Lo tenía todo; ríos, montañas, sol, nieve, mares…. Durante un largo periodo fue gobernado por un siniestro personaje, mitad tití y mitad babuino que, rigió los destinos del pueblo con férrea y dura mano. La tribu pasaba hambre y calamidades sin cuento, los pequeños crecían sin saber su historia y con graves carencias nutricionales. Todo era miseria y tristeza en aquel maravilloso lugar, solo oscurecido por el sufrimiento de sus habitantes, y la baja estofa de sus dirigentes.
Allí, solo los miembros de la tribu más cercanos al mandamás y sus  allegados, comían bien, y vivían con desahogo. El resto trabajaba de sol a sol, viéndose obligados a emigrar a tierras lejanas, abandonando a sus familias, para ir a buscar el sustento y no morirse de hambre y miseria. La libertad, ese bien supremo, no existía, y el pequeño personaje se perpetuó en el poder al frente de la tribu hasta su muerte. Como todos los seres mediocres trató de dejar todo atado y bien atado, eligiendo para que siguiera su estela y reglamentos, un joven y rubio ejemplar de simio, descendiente de una aristocrática familia de babuinos.
El joven simio fue educado bajo la égida del añoso gobernante, en un infructuoso intento de dar continuación a lo que según él, era mejor para  la tribu.


A la muerte del decrépito personaje, el aristocrático babuino asumió el poder a título de rey con el nombre de Rey Bobón I de Trinkolandia.
Los habitantes de Trinkolandia lo recibieron con una mezcla de esperanza y escepticismo y muchos vaticinaron un fugaz reinado. No obstante el rey Bobón se afianzó en el poder y permitió una rebaja de sus poderes para contentar a los mandriles que, junto con los orangutanes eran los más contestatarios. 
Los mandamases de la tribu pronto se ocuparon de cambiar las leyes y promulgar otras nuevas, para garantizar la impunidad a toda la clase dirigente, y que pudieran cometer sus latrocinios sin temor a ser juzgados por ello. 




El primer ministro de la nueva era, fue un chimpancé bastante honrado y leal llamado Bobarez; un poco ingenuo, pero bien intencionado. Duró poco; los mismos que él ayudó a subir, le abandonaron cuando no lograron las riquezas que pretendían. Le sucedió en la jefatura del Gobierno, Gorila Gongalez, un cruce de mono bonobo y gorila de Gambia, que era más listo que el anterior, pero mucho más malo.
Durante el largo periodo de su jefatura permitió que los monos de su familia, allegados, simpatizantes, monas pelanduscas, monos depravados y demás fauna, robaran a manos llenas, dejando la tribu al borde de la hambruna.


Después de unas reñidas elecciones en las que se enfrentó a un mono pequeñito, mezcla de mono araña y mono aullador, pero con muy mala leche, perdió la jefatura a pesar de que prometió a sus votantes que si salía elegido, les premiaría con unas mondas de bananas.
El pequeño ganador de nombre Baznarín, gobernó la tribu con mano firme en los primeros tiempos. Se propuso que todos los primates estuvieran ocupados ya que, no quería ver a nadie ocioso. Los puso a casi todos a construir refugios con ramas y hojas de banano. Tantas construyeron que pronto los precios subieron a las nubes. Si antes un refugio familiar se conseguía pagando con dos támaras de bananas, y tres docenas de papayas, a partir de ese boom inmobiliario, las pobres familias tenían que entregar a los constructores, veinticinco támaras de bananas y doscientas papayas. Esto hizo que las familias de monos estuvieran entrampadas hasta las cejas, y tuvieran que dar parte de su alimento a los incansables amigos del nuevo mono-fuerte, so pena de ser desahuciados, y dejados a la intemperie.



Aparentemente la economía había mejorado y nuestro héroe se dedicó a viajar a las tribus cercanas, inflado de vanidad y suficiencia. Se convirtió en un mono viajero; siempre estaba de aquí para allá. A quien más le gustaba visitar era a un desagradable mandril llamado Bus-bus que dirigía la tribu más poderosa conocida. Era terrorífico, siempre estaba metido en trifulcas contra los más débiles, demostrando de esta forma su poderío.
Pero nuestro pequeñín se cansó de su cargo y decidió abandonarlo dejando en su lugar a uno de sus más significados pelotas; Baboy.
Baboy era un mono de gran envergadura mezcla de mono de borneo y gorila de las llanuras. Era grande y peludo, de aspecto intimidante y de aparente laboriosidad.
No obstante estar casi convencidos de que los primates votantes le elegirían como nuevo jefe, un inesperado acontecimiento vino a dar al traste con las expectativas. Un terrible atentado provocado, acabó con la vida de 200 integrantes de la tribu y dejó malheridos a 1500 más. Fue un crimen organizado con el único fin de alterar la voluntad de los monos votantes que, tenían que elegir jefe a los dos días. Los estupefactos primates, manipulados desde las sombras por las perversas mentes de los que organizaron el asesinato, hicieron exactamente lo que estos habían previsto, y salió elegido nuevo primer Ministro un desconocido y sonriente mono, mezcla de macaco y mono ardilla, de nombre Batatero. Quizá si sus votantes hubieran sabido que la mezcla de ambas especies es letal, y solo da monos medio lelos, se lo hubieran pensado un poco, pero ¡Claro! nadie se lo advirtió. 


Cuando el sonriente personaje asumió el poder y empezó a cometer locura tras locura, los habitantes de Trinkolandia se empezaron a dar cuenta de la ruina que se avecinaba. Batatero repartía los plátanos y el alimento de su pueblo entre sus amigos y pelotas más cercanos, que a su vez, lo despilfarraban de la forma más irritante que imaginarse puedan. Nombró ministras de las más absurdas tonterías, a una colección de monas de las más tontas y mediocres que encontró y que, apenas sabían hacer nada. Solo estaban preocupadas en hacerse mechas rubias en sus pelambreras para rivalizar entre ellas.
Con este panorama dirigente, la tribu cayó en el más absoluto caos, dilapidando en poco tiempo las reservas de alimentos, y dejando a los pobres monitos viejos, enfermos y desheredados de la fortuna, al borde de la miseria.


El pueblo llano se mesaba la cabeza clamando horrorizados al hechicero de la tribu más cercana algún remedio para desalojar del poder a semejante colección de idiotas. Acuciados por las tribus de los alrrededores que estaban alarmadas por el despilfarro de la clase dirigente, Batatero decidió convocar elecciones anticipadas donde ganó con mayoría absoluta el primate Baboy.
Los pobres monitos respiraron aliviados ¡Nada podía ser peor que el anterior periodo! Craso error.
Lo primero que hizo Baboy fue rodearse de una cohorte de anodinas monas y monos, más preocupados de sus trajes y sus look, que de arreglar el caos económico en el que estaba sumida la tribu. Inmediatamente subieron los impuestos de la forma más vergonzosa posible, dejando a las pobres familias simiescas al borde del colapso. Cerraron las escuelas de monos o las redujeron a la mitad, dejaron sin asistencia sanitaria a los pobres enfermos y lesionados. Prohibieron casi todo. No se podía trabajar porque no había trabajo. Los simios pasaban hambre y eran echados de sus refugios dejándolos sin techo donde guarecerse en las largas y frías noches…


Mientras, el primer ministro Baboy, se hizo instalar en su choza una elegante chaise- longe, donde pasaba los días tumbado, mientras era abanicado por la vicepresidenta Boba-yita, una mona pequeñita y regordeta con muy malas pulgas, pero que le adulaba como nadie. ¡Había que verla con que esmero le quitaba las miguitas y los piojillos que anidaban en sus largas barbas!
Esta cercanía despertó pronto los celos y la rivalidad de la mona- secretaria: Boborés de Bohedal que, se empeñó en desacreditar a la monita preferida de Baboy, pero no lo consiguió, aunque a punto estuvo. Entonces para ganarse sus favores, se dedicó a esparcir ramitas de muérdago y pétalos de flores al paso de su jefe lo que complacía mucho a este y le hacía creerse un nuevo Cesar redivivo. Un día estuvieron a punto de arrancarse la pelambrera entre ellas, mientras rivalizaban y le adulaban sin descanso. Fuera el pueblo sufría, y ellos se dedicaban a decir que todo iba a ir mucho mejor en el futuro mintiendo descaradamente. Lo que hacían las ministras era irse de compras por el barrio de las Monas elegantes, y tomar el té en Embassy un lujoso local donde acudían los monos ricos y todos los pijos de la tribu.
Baboy dejó las finanzas en manos de lo peorcito que encontró; un mono pelón de nombre Bobontoro, descendiente de un ancestro mordido por un vampiro transilvano, que le legó como rasgo genético principal, además de cara de vampiro, el vicio de chuparle la sangre a todo bicho viviente. Y en esas andan… Continuará

2 comentarios:

  1. ers mi idolo Mª Jose

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  2. me alegro que te haya gustado amigo. Esta es la primera parte; habrá una segunda si Dios quiere. Un abrazo

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