jueves, 27 de septiembre de 2012

EL CAOS SANITARIO Y AUTONÓMICO


Queridos lectores:
Por motivos de ocio he pasado unos días en el sur de España, concretamente en la costa malagueña. A pesar de ser andaluza de nacimiento hace muchos años que resido en la ciudad de Madrid, donde me siento como en mi propia casa. Madrid tiene eso; nadie se siente extraño. 
Fui con ilusión y curiosidad a disfrutar de sol, playa, y gastronomía. Lo primero que llamó mi atención, fue la proliferación de edificios a lo largo y ancho del litoral. Miraras donde miraras, ya fuera montaña, llano, pico, ladera , promontorio, o ribazo, no se divisaba ni un hueco sin edificar. Lo que han permitido los Ayuntamientos de la costa malagueña, es una aberración, que ha deteriorado el paisaje para siempre. Es horroroso ver la cantidad de urbanizaciones que trepan por la reseca sierra de Málaga. Los enormes hoteles, apartamentos y chiringuitos unos encima de otros, urbanizaciones, casas pareadas, etc. confieren al paisaje un caótico aspecto, dejan anonadados, y causan al visitante estupor y asombro. 



¿Como es posible que hayan consentido semejante destrozo?. Ni hecho a propósito, hubieran logrado que todo resultara tan apelmazado, abigarrado, y horroroso. Concretamente la Costa Marbellí se lleva la palma, en edificaciones surgidas en cualquier lugar, sin el más mínimo respeto a la ordenación urbanística, y el buen gusto. La palabra especulación viene a la mente del visitante, y martillea su cerebro con vehemencia. Sencillamente se han cargado la Costa del Sol. ¡Han matado la gallina de los huevos de oro, y de qué manera!. Solamente por ese horror, todos los que han permitido que ese desastre urbanístico, se haya llevado a cabo sin poner remedio, deberían estar en la cárcel de por vida.
Yo no podía apartar de mi mente viendo aquella monstruosidad, a Jesús Gil, Roca, Cachuli, Pantoja, Yagüe y a todos esos sinvergüenzas que se han llevado el dinero a espuertas.Tampoco a la Junta de Andalucía, que debería haber puesto coto a tanto desatino. Ni en cien años que estuvieran encerrados pagarían todo el mal causado. 
Marbella sobrevive a pesar de todo, pero da grima pensar lo que es, y lo que debería haber sido.


PARTE II


A los pocos días de estar en Marbella sufro una infección vírica, y tengo que acudir a las Urgencias del Hospital Costa del Sol. Era sábado y había poca gente en la sala de espera. No obstante, espero varias horas antes de ser atendida. Cuando por fin me llaman, me recibe una joven doctora, que no sabe muy bien que decirme. La veo coger un libro y leer, buscando la solución entre sus paginas. Cuando me diagnostica el origen de la dolencia, tampoco tiene muy claro el tratamiento adecuado. Vuelve a coger un enorme libraco, (Vademécum) creo que se llama, y allí busca el medicamento idóneo para mi caso.

Imaginan ustedes el sudor que corría por mi frente ¿Verdad?.
Me indica que debo acudir a un ambulatorio de la Seguridad Social en Marbella pueblo, para que me den unas recetas. Llamo a un taxi y hacia allí me dirijo con mi informe en la mano. "Las Albarizas", se llama el barracón, pomposamente conocido como ambulatorio. Cuando me adentro en el mismo, hay unas cuantas personas esperando ser asistidas. Me recibe una mujer de aspecto cansado y aburrido, que toma mis datos y me insta a esperar mi turno.
Frente a mi, un hombre de mediana edad se huele sin disimulo sus axilas, de las que emana un mareante hedor. El olor a sudor lo impregna todo. Tengo fiebre, y las emanaciones axilares me hacen sentir nauseas y estoy a punto de vomitar.
Por fin llaman al ciudadano que se llamaba Mohamed. Tarda poco en salir y cuando lo hace, lleva un gran puñado de recetas entre sus manos.

 A continuación me llaman a mi. Me recibe un señor de mediana edad que en principio pienso que es un conserje, o un empleado de Alcampo por lo colorido de su atuendo. Lleva una especie de chaleco reflectante con colorines verdes y anaranjados. Resulta ser el doctor. 

Me mira inexpresivamente y me pregunta que me pasa. Le muestro el informe de las urgencias y le digo que necesito esas medicinas. Me contesta que no me puede recetar porque yo no vivo en la Comunidad Andaluza. Me remite a la farmacia más cercana a comprar el medicamento por mi cuenta. Obviamente me niego. Pido explicaciones. Manifiesta no poder hacer nada. Estoy enferma e indignada. Me niego a marcharme. Soy una ciudadana española y estoy en España, no estoy en Mongolia; le digo perdida la paciencia. Le pido que me haga recetas convencionales: no contesta. Grito; ni se inmuta. Cuando le digo que no saldré de allí sin las recetas, empieza a dar muestras de nerviosismo.

Afortunadamente una joven doctora que estaba cerca, oye la discusión y se ofrece a realizarme ella las recetas, haciendo la salvedad, de que son de su consulta particular.
Aun cuando estoy indignada decido dar por zanjado el tema. No estoy en condiciones de ir de un lado para otro. Doy un enorme suspiro de alivio cuando aferro las dichosas recetas, y salgo pitando de allí. Salgo del centro y veo cerca una farmacia donde entro decidida. El amable dependiente busca la medicación y ahí empieza de nuevo el problema. Cuando teclea en su ordenador mi número de la Seguridad Social y el de mi DNI, no aparezco por ningún sitio. Me mira compungido. Señora me dice; no puedo darle la medicación, no figura usted en el ordenador. Trato de explicarle que vivo en otro lugar de España. Me mira lastimeramente y me dice que no puede darme las medicinas (116€),valen las pastillas, y que las tengo que pagar.

Me siento mareada e impotente ante aquella rocambolesca situación.Vuelvo a intentar hacerle entrar en razón. Muy amablemente me informa, que el problema es de arriba, de los Entes Autonómicos que no contemplan estas situaciones????.¡Cómo es posible que un madrileño no sea asistido en Andalucía o viceversa!. Se forma tal barullo que sale de la rebotica hasta el chico de los recados.¡Por fin!, una de las trabajadoras del establecimiento, tiene a bien hacer una consulta telefónica, y después de esperar un largo rato entre sies y noes, me entregan el dichoso medicamento, amén de unas aspirinas que pago de mi peculio particular, para aliviar el enorme dolor de cabeza que se me puso ante aquel triste episodio.

Conclusión: no se les ocurra ponerse enfermos fuera de su lugar de residencia, ya que nuestros "Sabios Gobernantes", cuando transfirieron las competencias de sanidad a las distintas Comunidades Autónomas, "olvidaron" crear un órgano coordinador entre ellas, para así evitar que los Españoles nos sintamos tratados como extraterrestres, cuando se nos ocurre enfermar en el pueblo de al lado.  
Este caos, es lo que nos han "vendido" cómo la panacea Autonómica. Un desastre en toda regla.
¡Malditos políticos!
 
Que tengáis un buen día

1 comentario:

  1. Anónimo27.9.12

    Esto es aberrante.
    Si te hubieses hecho un seguro de viaje, te hubieses podido plantar en la Clinica Santa Elena de Torremolinos, donde te hubiesen atendido estupendamente.
    Es triste que paguemos una segurdá sosiá para los forasteros, y nostros, si queremos estar atendidos, tengamos que contratar uno privado.

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