La Tribu de las Búfalas invade la
playa
Érase una hermosa playa del litoral mediterraneo.
Arena fina, agua cristalina y sol , mucho sol.
Algunos bañistas disfrutando y relajándose debajo de
sus sombrillas. Otros tendidos al sol tostando sus cuerpos. Algunos veraneantes
juegan despreocupados en el agua con multitud de artefactos de goma, pelotas, y
colchones multicolores. Es temprano y no hay demasiada gente. El lugar se pone
mucho más concurrido según va avanzando la mañana. Al mediodía ya no cabe un
alfiler. No hay un hueco donde hincar el palo de la sombrilla. Los más rezagados
se alejan buscando un rinconcito en otro lugar. Lo hacen resignados y
educadamente sin molestar.
De pronto un grupo variopinto avanza por el paseo
marítimo. Lo forman una enorme mujer de mediana edad acompañada de tres jóvenes
veinte añeras en avanzado estado de gestación. Alrededor pululan varios niños
pequeños supuestamente hijos de las jóvenes preñadas.
No hay un solo hueco, pero ellas avanzan entre las
toallas pisándolas sin reparo y llenando de arena a sus dueños. Nadie protesta a
pesar de las molestias que causan. Cuando algún reproche asoma a los labios de
los sufridos bañistas es reprimido de inmediato cuando estos contemplan el
enorme corpachón de la señora Búfala y sus retoños.
Nadie sabe cómo, pero clavan sus dos sombrillas en
primera linea de playa, y aparcan sus enormes traseros en las tumbonas que
portan haciéndose las dueñas del lugar en un plisplás. Los niños corren de aquí
para allá molestando a todo el mundo. Cambian los pañales a los nenes arrojando
los sucios al suelo sin el menor pudor. Beben latas de refrescos y numerosas
botellas de agua. Se despatarran en la arena como barcos con las velas
desplegadas, chillan, vociferan, molestan a todos. Ensucian el entorno y nadie
dice ni pío.
Pasan dos mujeres de origen chino de las que dan
masajes ilegales en nuestras playas. Las llaman y ajustan el precio. Una pequeña
y escuálida chinita empieza a masajear el enorme corpachón de la matriarca. Sus
pequeñas manos se pierden entre los pliegues y redondeces de la enorme mujer.
Empieza a sudar, sus manos intentan abarcar toda la superficie posible. Se
pierde entre aquella masa de grasa brillante y resbaladiza por el mejunje que
le había untado previamente. La mujer china está pálida, no puede
más.
La señora Búfala le insta a que profundice hacia el
lugar donde supuestamente tiene las lumbares. Encuentra un enorme michelin que
sobresale cómo un flotador. No puede más, está agotada. La obesa mujer le pide
más, más. Le dice sin miramiento que le de más masaje o no le paga. La masajista
continúa un poco más. Tiene las manos destrozadas. El sudor cae de su frente.
Por fin la enorme criatura se da por satisfecha y la
temblorosa chinita recibe su estipendio y abandona el lugar. A continuación la
relajada bañista saca un enorme bocadillo de panceta y se lo zampa en un
santiamén. Se levanta con la ayuda de dos de sus retoños y se yergue
vacilante sobre sus piernas muy parecidas a dos sacos terreros. Dejan la playa
llena de basura. Atraviesan el trayecto pisoteando todo lo que encuentran.
En el paseo, sus maridos las esperan con una enorme
furgoneta cuyo claxon suena sin parar. Se estacionan en doble fila. Se saltan un
semáforo en fase roja. Ponen la música por supuesto de "Los Chunguitos" a toda
pastilla y se van con viento fresco. Un suspiro de alivio resuena en todo el
entorno. Hay quien dice que se oyó hasta en Algeciras.
¿Adivinan ustedes a que etnia pertenecían nuestros
protagonistas?. ¡¡Exacto!! a esa que están pensando.
La mujer china una vez recuperada, siguió dando
masajes a los incautos que se prestaban a recibirlos. ¡¡Por cierto!! no se lavó
las manos en toda la mañana. ¡¡ ASCAZO!!
Pues seguro seguro, que son primos hermanos de los que tenemos en mi barrio. Viven en casas del Ivima, no pagan impuestos, hacen lo que les da la gana y traen hijos al mundo sin parar. Si,si esos. Esos ciudadanos ejemplares que nunca hacen nada en beneficio de la comunidad, más bien al contrario....
ResponderEliminarEnvidia para los que pueden estar junto a los lagos de agua dulce con montañas canosas!
ResponderEliminarEl sol y yo, nos hemos declarado la guerra.
Todo por un carcinoma.