Flor de mirto y azucena
En una aldea remota
Allí empezó su leyenda
Lola, se llamaba ella
Lola de piel de azucena
Lola de ojitos azules
Y las manos de princesa
Lola de triste destino
La del alma pura y bella
La que descubrió la vida
De la manera más negra
Seis hijos pario su vientre
Y en su cuerpo de princesa
Aparecieron muy pronto
Heridas y grandes huellas
Huellas de llanto y angustia
De dolor y de tristeza
Aquella vida tan dura
No era vida de princesa
Seis hijos crió ella sola
Cuando con su mala estrella
Quedó viuda de pronto
Y en el vientre, la pequeña
Nunca perdió la sonrisa
Ni las fuerzas ni el camino
Que en su vida habían trazado
Su destino y sus hijos
Familia de dura piel
De alma negra y corrompida
Donde nació la princesa
Como una rosa perdida
Nunca ayuda recibió
De familia tan nefasta
Pero los sacó adelante
Por orgullo y por su casta
Nadie de ella se apiado
Cuando sobrados andaban
De dineros y de panes
Y a ella todo le faltaba
Nunca mendigó una ayuda
Y con su noble templanza
Sacó su casa adelante
Con fatigas, ansia y gana
Gana de que a sus hijitos
Nunca nada les faltara
Ella así lo procuró
Con esfuerzo y con su raza
Siempre tuvo un solo afán
Que ninguno se escapara
Por caminos retorcidos
Y que nunca regresara
Nunca perdió la sonrisa
El estilo y el gracejo
Y siempre encontraba espacio
Para contarles un cuento
Andar, andar día y noche
Lucha, esfuerzo y sudor
Pero ya tiene a sus hijos
Sanos, crecidos y en flor
Ella nunca descansaba
Era la última en comer
Era brava y educada
Y derrochaba saber
Saber del que da la vida
La vida que pudo ser
De bailes y de calesas
Y se torció sin saber
Conoció todos los males
Que la vida puede dar
Perdió familia y un hijo
Nada quedó por andar
Todos ellos florecieron
Y le quedaba por ver
Justo morir al tercero
Para acabar la vejez
Ella se durmió una noche
Después de mucho penar
Rodeada por sus hijos
Con su cara de azahar
Un día se fue muy temprano
Cerca del amanecer
Con sus manos de princesa
Hartas de tanto coser
De coser y trabajar
De guisar, de echar remiendos
Pero también muy feliz
Pues pudo ver a sus nietos
Crecer sanos y felices
Altos, fuertes y educados
Seis nietos que eran su sangre
Su alegría y su remanso
Y aquí se acaba la historia
De aquella blanca princesa
Que nació para ir a bailes
Y pasear en calesas
Y por causas del destino
Se truncó su buena suerte
Cuando se quedó viuda
Con su criatura en el vientre
MARIJOSE S. MOLINA
Mayo, 2011
Me ha encantado
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