domingo, 27 de noviembre de 2011

LA GRANJA FELIZ; CAP. I


Érase una vez una hermosa granja, situada en un paraje encantador. Estaba rodeada de verdes montañas y surcaba sus tierras un cantarín arroyo. Los dueños de la granja, Perico y Filomena amaban su trabajo y esto se reflejaba en lo cuidada y hermosa que aparecía su propiedad. Todos sus vecinos envidiaban su esplendor, y en privado rechinaban los dientes, ya que ellos eran incapaces de conseguir los mismos resultados.

Perico adoraba a sus gallinas, especialmente a su hermosa gallina ponedora, a la que llamaba Manuela. Con ella tenia una relación especial y el buen hombre, estaba seguro que se comunicaba con ella como si de una persona se tratara.

Manuela era cortejada por un hermoso gallo llamado Rufo. Ella le ponía los ojitos tiernos, cosa que agradaba a Perico pues estaba deseando que hubiera polluelos esa temporada, que alegraran la granja.

Su esposa Filomena detestaba a las aves y amaba tiernamente a su gato Pancho.
El matrimonio mantenía alguna que otra discusión por esta desavenencia. Perico aborrecía al negro y astuto minino, que su esposa tanto amaba. 

No obstante habían llegado a un amistoso acuerdo. Perico se dedicaba a sus aves y Manuela a su gato. 
Este acuerdo había sido posible después de muchas trifulcas entre ambos. El granjero había colocado un enorme cartel a la entrada de la granja que decía así.

En la Granja de Perico no entra pelo, solo picos 

Filomena, y los animales de pelo de la granja hicieron un frente común en contra de Perico, que al final y para evitar conflictos, retiró el cartel.

La misma inquina que sentía el granjero por Pancho le dedicaba el minino. En cuanto podía le ensuciaba sus pertenencias y le hacía todas las trastadas y maldades que a su perversa mente se le ocurrían.
El malvado gato hacia extensible su odio hacia la hermosa pareja formada por Manuela y Rufo.
 

LA GRANJA FELIZ; CAP.II

Berta era una gallina fea y mala. Siempre estaba buscando líos con sus compañeros, y con todos los animales de la granja. No podía soportar la felicidad de los demás. Envidiaba todas las cualidades que ella no poseía. Fingía ser amiga de todos para saber de sus vidas y problemas y así dominar las situaciones.
De esta manera al conocer todos los secretos de sus compañeros podía manipularles fácilmente.Utilizaba el método de alabar a todos de la forma mas descarada y de hacer la pelota con grandes aspavientos: ¡Cocococ, -que lindo plumaje tienes hoy Fulanita!- ¡Que hermosos polluelos Menganita!- y así sucesivamente todos ibas cayendo en sus redes, creyendo que era buena y bondadosa. 

En un principio cuando el granjero la recogió, todas las aves la acogieron con cariño, pero especialmente Manuela que cuando vio su estado la distinguió con su amistad. Cuando Berta llegó a la granja estaba a punto de desfallecer, hambrienta y llena de pequeñas heridas y picotazos de otras aves, daba mucha penita. Ella se aprovecho de la bondad de Manuela, hasta extremos insospechados, comiéndose su comida, quitándole su palo de dormir, y haciéndole múltiples fechorías.




Manuela la había tomado mucho cariño, y su natural bondad la impedía darse cuenta de lo que estaba pasando a sus espaldas. Su carisma y su gentileza innata  le impedían pensar nada malo de sus amigos. De alguna forma ella se negaba a ver maldad en nadie, solo pensaba que eran pequeñas travesuras, sin importancia.
Un día de Primavera llegaron al gallinero dos hermosos palomos blancos, llamados Kuquito y Blanquito, qué venían de muy lejos de una dura travesía. Se detuvieron a reponer fuerzas en el comedero del corral y viendo que había agua y comida en abundancia decidieron quedarse. Pronto se hicieron amigos de Manuela, ya que esta con la amabilidad que la caracterizaba, les acogió con agrado y simpatía.
Berta empezó hacerles zalamerías y a lanzarles piropos de todo tipo, diciéndoles lo guapos y blancos que eran, pero por detrás les criticaba como era su costumbre. Empezó a sembrar cizaña diciendo que eran los niños bonitos de Manuela  y bla,bla,bla..

Tanto Kuquito como Blanquito se hicieron muy amigos de Manuela, y un gran cariño nació entre ellos. Siempre compartían su comida, y juntos picoteaban los insectos de las plantas cuando salían de paseo. Esto dio lugar a que los celos y la envidia de Berta, aumentaran y estuviera a todas horas, cacareando y cacareando, para llamar la atención. 

Entre los compañeros del corral ya había muchos que se habían dado cuenta de la maldad de la gallinácea.
Berta también fingía ser amiga de dos tontorronas gallinas, llamadas Loles y Marujita, a las cuales tenía completamente aducidas con sus babosos halagos, y  qué junto con el gato Pancho formaban la camarilla de amigotes de la plumífera. Entre los cuatro tramaban maldades a escondidas. El día que Manuela se emparejó con su hermoso gallo,"la malvada" se puso verde de la envidia y cuando decidieron formar su nido, ya fue la repera .

LA GRANJA FELIZ; CAP. IV


Manuela y Rufo empollaron amorosamente sus huevos y en el tiempo reglamentario, les nacieron doce pollitos gordos y sanos, que eran la envidia de todo el corral. Manuela había salido del trance un poco débil y Perico la cuidaba y alimentaba con mimo.

Entre ambos había nacido una sincera amistad y se comunicaban muy bien, ya que tenían una forma de ver las cosas muy parecida y esta coincidencia, hacía que buscaran su mutua compañía; estamutua simpatía se unía la facultad de comunicarse verbalmente, cosa insólita, y nunca conocida hasta entonces. Rufo se pavoneaba por el corral con su hermoso y reluciente plumaje, emitiendo su kikirikiiiiiii con más fuerza que nunca, encantado con su Manuela y sus pollitos.


Berta, Loles, y Marujita estaban que trinaba, no podían soportar la felicidad de su eterna rival, y la envidia las carcomía. Mas feas y despeluchadas que nunca, estaban todo el día tramando e ideando maldades que, apenas surtían efecto en Manuela y Rufo, pues ellos, ya estaban al tanto de su ralea y no se separaban de sus hijitos.
A tal punto llegaron sus enfermizos celos, que un día decidieron consultar con una gallina vieja y medio loca llamada Majarona, y con su marido, un gallo viejo y pelón llamado Casimiro que, vivían en un rincón apartado del corral, y eran temidos por todos por su maldad y fama de perversos.
Una vez le explicaron a que habían ido, la vieja gallina cegata, les exigió en pago de sus consejos, la mitad de su comida diaria, y solo entonces, se digno prestarles su atención.
Una vez cerrado el trato, Majarona les aconsejó que, junto con el gato Pancho, le tendieran una trampa a Manuela cuando saliera de paseo con sus hijitos, y que les quitaran a dos de los polluelos mas rollizos. Esto haría llorar de dolor a sus padres y así ellas, vengativas y malvadas, tendrían su revancha.

Muy contentas por el plan, una vez terminó la entrevista, se dirigieron a contárselo al gato que, como siempre, estaba tomando el sol y haciendo el vago. 

Pancho, desde que había sido padre, estaba un poco menos en contacto con las gallinas, su hermosa compañera Mimí le acaparaba casi todo el tiempo. Él, estaba locamente enamorado de ella, pero ella no tanto de él, su zafiedad y malas artes chocaban con la exquisita educación de la bella gatita. Ella intentaba educarle, pero las  malas costumbres, prevalecían a pesar de todo. A sus hijitos no les hacia mucho caso, pero al menos, ya no era tan taimado y sinvergüenza como antes.

 Cuando vio venir a las tres aves, se quedó un poco extrañado de su visita, pero la curiosidad le pudo más y cuando éstas  le contaron los planes, sin pensárselo dos veces, dijo que estaba dispuesto a colaborar.
 Una vez tratados los últimos detalles, se dispusieron a buscar el momento oportuno para ejecutar su plan.
 ¡¡Ah!! pero lo que los malvados no habían previsto era que los palomos, Cuquito y Blanquito, lo habían oído todo desde su palomar y raudos y veloces, se pusieron en contacto con nuestros amigos

LA GRANJA FELIZ; CAP. III

El minino una vez comprobó la nueva situación se retiro muy preocupado. Nunca pudo imaginar que su amo se entendiera y hablara con las aves. ¡Aquello cambiaba la situación!. Se escurrió de forma sigilosa hacia la casa pensando que hacer para frustrar la alianza de su enemigo el granjero, y las gallinas del corral. 

Permaneció dando vueltas a su cabeza y de pronto ¡¡Albricias!!, se le ocurrió recurrir a la granjera, para aprovecharse del cariño que esta le tenia. Muy zalamero al día siguiente, empezó a frotarse contra sus piernas, emitiendo un lastimero marramiauuu. Filomena le hizo unas carantoñas, dándole un poco de comida, pero él muy ladino siguió sobando sus piernas. Muy preocupada, la mujer lo observó y dedujo que estaba en época de formar una familia gatuna.


Esa noche, preparo una suculenta cena y se puso sus mejores galas. Perico cuando la vio, pensó que ya se le había pasado el enfado y se alegró mucho.En el transcurso de la velada estuvo muy simpática y agradable, con su marido y en un momento dado le dijo:- ¿Cariño, no crees que Pancho necesita una compañera?-. El pobre hombre casi se cae de la silla del soponcio. Se quedó momentáneamente sin saber que decir, circunstancia que aprovechó la mujer para contraatacar. -Que si no es bueno que el gatito esté solo, que es una crueldad privarle de una familia. y bla,bla,bla-.

Perico sentía un poco de aturdimiento, y se quedó callado. Su mujer interpretó este silencio como un asentimiento y empezó a besuquearle, dándole las gracias .

Al día siguiente sin perder tiempo, la granjera se dirigió a la granja vecina donde vivía su amiga Felisa, también muy amante de los gatos. Después de los saludos preliminares, le explico el motivo de su visita y le pidió una compañera para Pancho. Felisa era muy poco amiga de dar nada pero cuando Filomena le dijo que a cambio le daría dos gallinas ponedoras, cambió de parecer y le entrego a una preciosa gatita llamada Mimí.


Mimí era muy linda y elegante, una  gata de procedencia sueca. Muy fina y educada. Había sido regalada a la granjera por una sobrina cuando era pequeña. Nadie sabe por que no le caía bien, acaso por su finura y gracia que contrastaba con la tosquedad de Felisa. La linda gatita lo había pasado muy mal, y no lamentó abandonar su hogar para emprender la aventura de emparejarse con Pancho.

Cuando Mimí vio a Pancho por primera vez lo encontró poco atractivo. A pesar de que este intento mostrarse fino y educado, ella percibía su maldad y tuvo un escalofrío cuando le toco una pata.
A pesar de los recelos de Mimí sin más preliminares se celebro la unión de los dos, y al poco tiempo, nacieron dos lindos gatitos a los que llamaron Oscar y Leo.
El granjero estaba muy agobiado con tanto gato en casa, y cada vez pasaba mas tiempo en el gallinero hablando con sus queridas gallinas. Ayudo mucho a Rufo y Manuela que habían construido su nido. Una vez lo hubieron terminado se dispusieron a empollar una  docena de hermosos huevos. Ambos se turnaban en el cuidado de sus futuros polluelos dándoles calorcito y protegiéndoles de los picotazos de la resentida Berta, que siempre andaba rondando por allí.

LA GRANJA FELIZ; CAP. V






Una vez trazado el plan por Casimiro y Majarona, Berta, Loles, Marujita y Pancho se pusieron de acuerdo para llevarlo a cabo lo antes posible. Majarona, la mas perversa de todas,  les había dado las indicaciones de la mejor forma de hacerlo. Esta vieja y fea gallina tenía un canasto de mimbre donde guardaba sus trastos y se lo prestó a las envidiosas  gallinas y al vengativo Pancho para que tendieran una trampa a los pollitos de Manuela y Rufo. El plan trazado consistía en volcar el canasto y atraer a los polluelos al interior del mismo y una vez dentro tirarlo al agua del pequeño río, para que se los llevara la corriente y así hacer sufrir a la hermosa pareja. Así que, un día en el que los amorosos padres sacaron de paseo a sus hijitos, les esperaron muy escondidos en la orilla del cantarín arroyuelo, y cuando pasaron por allí llamaron la atención, de los revoltosos Gordito y Pio-Pio que siempre se quedaban atrás buscando aventuras. 


 Cuando vieron la ocasión llamaron su atención y los pollitos acudieron inocentes a curiosear, quedando rezagados de sus padres y del resto de sus hermanos. El pérfido Pancho enganchó a uno por las alitas y Berta al otro y ¡¡¡ZAS!! al cesto. Una vez dentro cerraron la tapa y lo empujaron hacia lo mas profundo del río, allí donde había más agua, dejándolo a merced de la corriente.

El cesto fue arrastrado río abajo, entre los píos, píos de los indefensos polluelos. ¡¡AH!! pero de lo que no se habían dado cuenta los delincuentes es que dentro del cesto, también iban los traviesos y juguetones gatitos, hijos de Pancho y la bella Mimí; Oscar y Leo. En su inocencia habían entrado a curiosear y habían quedado enredados en un ovillo de lana vieja olvidado. Así que, cuando el cesto fue lanzado al río, su padre no podía ni imaginar, que iban sus hijos dentro del canasto.

Manuela y Rufo no se habían percatado de la falta de Gordito y Pio-Pio. Acostumbrados como estaban a que siempre se quedaran atrás curioseando, ellos habían continuado su alegre marcha, entre cantos y píos, píos. Cuando ya todos estaban cansados de pasear y picotear, decidieron dar la vuelta para volver a su corral, y fue entonces cuando, aterrados se dieron cuenta de que faltaban dos de sus pequeños.
 Emitiendo  kikirikiss y cofcof de terror fueron a toda prisa a la granja a buscar al granjero y con desesperación le contaron la situación. Allí se encontraron a la bella Mimí llorando desconsolada. Ella entre sollozos les contó que no encontraba a sus hijitos. Lanzaba desgarradores marramiaos, y lloraba sin cesar.  El bueno de Perico, conmovido por los lamentos de la gatita estaba intentando localizar a los gatitos en el pajar, y fue entonces cuando vio a su gallina favorita correr despavorida hacia él. Dejó momentaneamente la búsqueda y labores de siega y la siguió  hacia el lugar donde habían estado paseando para ayudarla a encontrarlos. Fueron seguidos por Mimí que había tenido un presentimiento. El buen hombre trataba de consolarlas a ambas como podía, pero Manuela y Mimí junto con Rufo, estaban locos de dolor y solo sabían dar gritos sin descanso.








Nuestros amigos los palomos Kuquito y Blanquito, que ya en su día habían advertido a nuestros amigos, de que en el gallinero estaban tramando alguna maldad, no les habían perdido de vista desde las alturas, observando a todos desde su palomar. Esto les había permitido ver un cesto bajando por el arroyo. Muy extrañados, se quedaron observando, cuando vieron a todos los amigos bajar corriendo por la orilla, siguiendo a Perico ya no les cupo duda alguna de que algo grave estaba ocurriendo. Dispuestos a ayudar acudieron presurosos para contar lo que habían visto, indicando al granjero sus sospechas. 

 El gato Pancho y las dañinas aves, estaban disfrutando como locos con la situación creada, escondidos entre unas matas. Los muy sinvergüenzas reían y se felicitaban de lo bien que había salido su plan.

El malcarado Pancho, quedó muy extrañado cuando vio llegar a Mimí llorando desesperada y sintió curiosidad. El muy ladino fingiendo sorpresa y consternación se acercó al grupo, y entonces se enteró de que sus hijos también habían desaparecido. Muy alarmado se unió a los demás, fingiendo dolor y pena por la desaparición de los pollitos, pero alegrándose y disfrutando en el fondo.

Corrían río abajo y con la ayuda de Blanquito divisaron el cesto que bajaba dando tumbos y estaba a punto de hundirse repleto de agua. Pudieron oír los llantos de gatitos y pollitos que estaban aterrorizados y a punto de ahogarse. El granjero saltó a unas rocas del cauce con peligro de su vida. ¡ Dios sabe como! consiguió enganchar el cesto con un rastrillo y acercarlo a la orilla. Mojados y temblorosos, nuestros pequeños amigos salieron, muy asustados pero sanos y salvos saltando gozosos a las amorosas plumas y lindo pelo de sus progenitoras, que les acogieron amorosas y llorando de felicidad.




Perico se dio cuenta de que el trágico suceso había tenido unos culpables claros y definidos. Sin escuchar los lamentos de Filomena, su esposa que clamaba perdón para su querido Pancho, decidió que todos los implicados en la trama debian abandonar la Granja feliz lo antes posible.

Un buen día pasó por la Granja un amigo de Perico buscando gallinas para su corral y el granjero le vendió a precio de saldo a Berta, Loles, Marujita, Casimiro y Majarona, y de regalo le entregó al gato Pancho.
Desde entonces la felicidad y la armonía reinan en la hermosa Granja Feliz, de donde fue erradicada la envidia y la maldad.
FIN

sábado, 26 de noviembre de 2011

NUESTROS MAYORES


Amigos: hoy vamos a tratar un espinoso tema.
Hace mucho tiempo que me propuse abordarlo, pero las últimas circunstancias políticas de nuestro país lo han ido posponiendo.
Hoy vamos a hablar de nuestros mayores:

A mi personalmente, hay dos etapas de la vida de los seres humanos que me sensibilizan y enternecen sobremanera. Una es la infancia y otra la vejez.
Salvo situaciones anómalas (que las hay), a todo el mundo le gustan los niños. Todo el mundo cuida y mima a los menores, sean de su familia o no. Es algo instintivo.
Desgraciadamente ocurre todo lo contrario con los abuelos a los que debemos TODO. ¿Cuantos mayores viven solos y abandonados por sus familias? Lamentablemente hay más de los que nos imaginamos. En las grandes ciudades es frecuente que aparezcan fallecidos en su domicilio. Son los vecinos preocupados al no verlos, los que dan la voz de alarma y avisan a los Cuerpos de Seguridad, que en compañía de los Bomberos, acceden a sus domicilios donde los encuentran caídos, y en el peor de los casos, sin vida.




Se podría pensar que no tienen familia cercana, pero en muchos casos, no es así. La mayoría tienen hijos y nietos, que no se preocupan en absoluto de ellos. 
Hay casos mucho peores en los cuales son maltratados por estos familiares, que los deberían cuidar y proteger.
Algunos son arrojados a primeras horas del día de las casas de sus hijos, y se les prohibe volver hasta determinada hora. Lo hacen sin contemplaciones, y se les ve vagando por los parques toda la mañana. Muchos se refugian en los centros comerciales, resguardándose del frío. Allí pasan el tiempo sentados en un banco y contando sus penas al que quiera oírles.



La administración, que tan alegremente se gasta nuestro dinero en bobadas varias, no prevé buenas residencias y servicios de tutelaje para estas personas. Para acceder a una plaza en una residencia del Estado hay que ser practicamente un indigente. Si los abuelos tienen un pisito a su nombre, ya no tienen derecho a nada. Con sus exiguas pensiones tienen que hacer juegos malabares para llegar a fin de mes. 



A las residencias privadas con sus prohibitivos precios, solo pueden acceder unos pocos privilegiados. 
¿Que hacer con nuestros mayores? Desde mi modesto punto de vista, creo firmemente que los mayores deben ser cuidados por sus familias. Se debe respetar la necesidad del abuelo de vivir en su propia casa, mientras esté capacitado para ello. 


Cuando empeora su situación y salvo situaciones especiales, los hijos deben de asumir su cuidado, compartiendo entre ellos la tarea. El abuelo agradece mucho este esfuerzo y su calidad de vida, mejora considerablemente.

Los mayores se merecen un trato digno, por parte de su familia, y por parte de la Administración. Si la familia no se preocupa de ellos, es el Estado el que tiene que tomar cartas en el asunto. No se debe de inhibir en un tema tan espinoso. Hay Leyes que obligan a la familia a "preocuparse" de sus mayores, pero no se aplican. 
En una sociedad cada vez más envejecida, la Administración tiene la obligación ineludible de abordar este tema, con la máxima eficacia y prontitud.
No es justo que unas personas que están al final de su vida (en muchos casos dura), pasen privaciones y angustias, solo porque en su vejez, se convierten en un estorbo y en una carga para todos.


La crisis que padecemos los está castigando con dureza. Algunos para sobrevivir tienen que hurgar en los cubos de basura de los supermercados de sus barrios. Es una pena. Esta situación nunca debería de haberse dado, pero los gobernantes son muy culpables de que así sea. Nunca se les debería de haber congelado sus pensiones.


No olvidemos, que tarde o temprano todos pasaremos por ese camino. La vejez llega sin que nos demos cuenta. Seamos justos con nuestros mayores. Ellos se lo merecen.
Que paséis un buen día