viernes, 28 de noviembre de 2014

YO ACUSO.




Yo os acuso mamarrachos pretenciosos, corruptos repugnantes, de haber destruido España. Yo os acuso mentirosos hipócritas, de seguir tratando de engañar a los ciudadanos, de exprimirles hasta extremos insoportables, de haber acabado con la clase media, y habernos condenado a una vida de incertidumbre y de miseria.
Yo te acuso a ti Zapatero, de haber destrozado la economía española, repartiendo dádivas entre tus simpatizantes como si el dinero fuera tuyo.




Yo te acuso de haberte rodeado de un hatajo de mamarrachos y mamarrachas, sin la menor preparación y solamente atendiendo a tus intereses de partido.
Yo te acuso de haber humillado a las víctimas del terrorismo dejando sueltos a los asesinos y pactando con la banda terrorista en condiciones de igualdad. 

Yo te acuso desgraciado idiota, de haber masacrado con tu criminal ley del aborto a millares de no nacidos, como si fueras Herodes.
Yo te acuso de que por intereses partidistas, no enfrentaras la crisis económica que todo el mundo veía venir pero que tú negabas, en una huida hacia delante que dejó a España completamente arruinada.

Y te acuso por lo más tenebrosos y malvado de tú mandato, haber dado alas a los independentistas catalanes con el infame estatuto que, dinamita la soberanía española, y convierte a los españoles en ciudadanos de primera y de segunda. España y los españoles están siendo sistemáticamente humillados y afrentados por esos repugnantes nazis que se erigen en adalides de todos los valores, humillando a los ciudadanos que no comulgan con sus ideas y tratándolos como a desechos.
 Y te acuso de haber ignorado los clamores que apuntaban a la corrupción de tu partido, vanagloriandote de la honradez del mismo.


Y a ti Mariano Rajoy, al que yo di mi voto para botar del sillón presidencial al desgraciado ZP, a ti TE ACUSO de seguir la senda trazada por los socialistas, haciendo lo contrario de lo que llevabas en tu programa electoral. Nos has mentido y engañado de una manera infame. Has soltado al asesino Bolinaga con informes falsos, has continuado con las negociaciones con la banda terrorista, has vaciado las cárceles de asesinos repugnantes, has faltado a tu compromiso de reformar la Ley del Aborto, has colaborado con el nacionalismo catalán hasta que hemos sentido vergüenza de tu baboseo. 

Has permitido que ese traidor, sedicioso y lunático de Mas, nos humille con ese referéndum que no has impedido por que no te ha dado la gana, y has dejado que tu gente robe y mangue mientras mirabas para otro lado, sin hacer nada.
¿Pero no os da vergüenza robar de esa manera cuando todos cobráis tropecientos sueldos?


A mí me importa una mierda lo que os pase, es más; espero que la vida os trate como merecéis. No solo importa el dinero en esta vida; para mí es más importante el honor y la palabra y de eso, vosotros los políticos, carecéis por completo.
Me importa una higa vuestro futuro y el de vuestros hijos. No os veo como a personas, os veo como a cucarachas, así que, espero que vuestra suerte sea la misma que la de esos repulsivos insectos. 

Os habéis cargado a España, una nación milenaria, y ya nada la podrá recomponer porque vosotros, los políticos, solo miráis por vuestro interés. Ahora vendrán los comunistas a terminar de cargarse las Instituciones a terminar de arruinar la economía, y a implantar un régimen de terror como el de Cuba o Venezuela. Gracias a vosotros PP y PSOE, nuestra España, esa que jurasteis defender, está de nuevo al borde de otra guerra civil.


Que Dios y la Historia os den vuestro merecido !!CANALLAS!!

domingo, 16 de noviembre de 2014

EL ALMIRANTE BLAS DE LEZO


 

Blas de Lezo y Olavarrieta.
Queridos lectores: 
Ante el lamentable panorama político español en los últimos 40 años, ante la mezquindad de los partidos gobernantes que han rivalizado en hacerlo cada vez peor hundiendo a la Nación que prometieron y juraron defender, he creído oportuno rescatar del olvido a algunos de nuestro mejores hombres; esos que perdieron  vida y hacienda defendiendo a su Patria y a sus  paisanos. Hay muchos ejemplos de  hombres valientes y abnegados en nuestra historia. Para mí uno de los mejores y más valientes fue el personaje que hoy traigo a estas páginas.
La primera vez que visité Londres me llamó poderosamente la atención el culto que rinden a la memoria de sus héroes: Nelson, Vernon, etc.(La tumba de Edward Vernon se puede visitar en la Abadía de Westminster).
Cuando regresé a España sentí curiosidad por las razones y los méritos que habían hecho merecedor a este hombre de ser enterrado en tan emblematico lugar. Supe entonces que este personaje fue derrotado por el insigne marino español Blas de Lezo en una desigual batalla en la que los ingleses sufrieron una de sus más vergonzosas derrotas.

Blas de Lezo y Olavarrieta nació en Pasajes, (Guipuzcoa). Fue el cuarto de diez hermanos y perteneció a una familia de la baja nobleza cuyos antepasados se habían dedicado a la marina dando ilustres nombres a España. Por ello no fue extraño que con apenas doce años, en 1701, se enrolara como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Alejandro de Borbón, hijo de Luis XIV. 
Se integra en la armada francesa porque la española era apenas inexistente y la situación  calamitosa y lamentable en plena decadencia económica de la dinastía de los Austrias. 

 
Tres años más tarde estallará la Guerra de Sucesión en España al no dejar Carlos II descendencia alguna, enfrentando a Felipe de Anjou por parte francesa y al archiduque Carlos de Austria apoyado por Inglaterra ya que ésta última temía el poderío que alcanzarían los Borbones en el continente. Fue frente a Vélez-Málaga, el 24 de agosto de 1704, cuando se produce la batalla naval más importante del conflicto. 

Blas de Lezo participó en aquella batalla a bordo del Foudroyant , batiéndose de manera ejemplar hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, teniéndosela que amputar por debajo de la rodilla. Debido al valor demostrado en aquel trance y en el propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo por Luis XIV y se le ofrece ser asistente de cámara de la corte de Felipe V. Evidentemente necesitó una larga recuperación y rechazó estar en la corte, pues ambicionaba conocer la artes marineras y convertirse en un gran comandante. En 1705 vuelve a bordo y aprovisiona la asediada Peñíscola. Después de esto, hostiga el comercio de Génova teniéndose que enfrentar al británico Resolutions  que se rinde ante el marino vasco. Continúa patrullando el Mediterráneo apresando numerosos barcos ingleses, realizando valientes maniobras con un arrojo impropio, tanto es así que se le premia permitiendo llevar sus presas a Pasajes, su pueblo natal. Pero enseguida es requerido por sus superiores y en 1706 se le ordena abastecer a los sitiadores de Barcelona al mando de una pequeña flotilla. Sirviéndose de su aguda inteligencia realiza su cometido brillantemente, escapa una y otra vez del cerco que establecen los ingleses para evitar el aprovisionamiento. Para ello deja flotando y ardiendo paja húmeda con el fin crear un densa nube de humo que los protegiera, pero además carga “sus cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario dentro, que, al ser disparados prendía fuego a los buques británicos” .

Los británicos se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio. Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra los saboyanos. En está acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en su ojo izquierdo, perdiendo para siempre la vista del mismo.



Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort donde es ascendido a Teniente de Guardacostas en 1707. Allí realizará otra gran gesta rindiendo en 1710, a bordo de la fragata Valeur, una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas, y sometiendo en un impresionante combate al Stanhope comandado por John Combs que le triplicaba en fuerzas. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje, momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a cabo: “Cuando los ingleses vieron aquello entraron en pánico” . Al abordaje los españoles casi siempre superaban a sus rivales por tanto está versión no debió diferir demasiado con la realidad pues si no, no se explica que saliera victorioso cuando la tripulación de Lezo era notablemente menor que la de Combs. Sea como fuere Blas de Lezo se cubre de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es herido, y es ascendido a Capitán de Fragata.
En 1712 pasa a servir a la incipiente Armada española en la flota de Andrés del Pez ya que no tenía sentido seguir en la francesa al distanciarse los monarcas español y francés. Este afamado almirante quedo maravillado ante la valía de Lezo y emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año mas tarde. Posteriormente participa en el asedio a Barcelona al mando del Campanella en el que el 11 de septiembre de 1714 se acerca con demasiado ímpetu a sus defensas y recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad hasta el fin de sus días. De esta manera con sólo 25 años tenemos al joven Blas de Lezo tuerto, manco y cojo.

En 1715 al mando de Nuestra Señora de Begoña y ya repuesto de sus heridas se dirige en una extensa flota a reconquistar Mallorca, que se rinde sin un solo fogonazo. Un año después parte hacia La Habana escoltando una flota de galeones en el Lanfranco, barco que será retirado de servicio debido a su calamitoso estado a su regreso a Cadiz. Allí se queda hasta 1720 cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco  pero además conocido como León Franco y Nuestra señora del Pilar y se le integra dentro de una escuadra hispano francesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur o lo que es lo mismo, las costas de Perú. La escuadra estaba compuesta por parte española de cuatro buques de guerra, una fragata y por parte francesa por dos navíos de línea franceses. Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos franceses del corsario inglés John Clipperton, que logró evitarles y tras hacer algunas capturas huyó a Asia donde fue capturado y ejecutado.

A pesar de ello cuando la escuadra se separó el mando recayó sobre Lezo que, fue ascendido a General de la Armada el 16 de febrero de 1723. En esos momentos también tiene tiempo para otras conquistas y el 5 de mayo de 1725 toma la mano de Doña Josefa Pacheco de Bustos, que un año más tarde le daría un hijo, también llamado Blas. El primer cometido que tuvo como jefe de la escuadra del sur fue hacerla perfectamente operativa. Para ello necesitaba tres o cuatro navíos de guerra pero pocos fueron los medios con los que contó, teniendo incluso que desguazar la fragata, de nombre Peregrina, por el lamentable estado en el que se encontraba. Afortunadamente se construyeron dos nuevos barcos por parte de los comerciantes peruanos en pago por lo que adeudaban a la corona. Con su pequeña escuadra de tres navíos se lanza a patrullar el Pacífico y pronto se encontraran con cinco navíos holandeses mejor artillados.  Lezo ordena enfilar la proa hacia el enemigo para abordarlo pero este reacciona organizadamente y frustra su intento, a lo que el marino español responde ágilmente ordenando concentrar el fuego contra la mayor embarcación enemiga, el Vlissingen. Tal fue el castigo que lo desarbolan y arrían su pabellón poniendo en fuga al resto. En otra salida posterior se lanzaría sobre seis navíos de guerra ingleses rindiendo a todos ellos uniendo tres a su escuadra. Así Lezo consiguió formar una armada más que suficiente para proteger las costas peruanas, pero el nuevo Virrey que había tomado posesión de su cargo hacía dos años, la desguazo e intentó colocar en puestos de la armada a amigos y familiares lo que provocó el enfrentamiento con Lezo. En todo ese tiempo los impagos al general se agravaron por el bloqueo del propio Virrey. La situación se volvió insostenible, llegando a pedir el retiro, pero el 18 de agosto de 1730 regresa a Cádiz como jefe de la Escuadra del Mediterráneo y pagándosele lo debido, tras la intercesión de Patiño, el ministro de la Marina, sabedor de la necesidad de gente así en la Armada.
 El día 28 de noviembre de 1731, se distinguen y reconocen los servicios del almirante al Rey, señalándose como distintivo para la nave capitana de Blas de Lezo, la Real Familia, el escudo de armas de Felipe V, quedando la bandera morada con el escudo de España, las ordenes del Espíritu Santo y el Toisón de Oro alrededor y cuatro anclas en sus extremos.
Estandarte del Teniente General de la Armada don Blas de Lezo. El 22 de diciembre del mismo año se le vuelve a reconocer encomendándole el traslado del infante Don Carlos a sus posesiones italianas. Pero antes de terminar el año vuelve a recibir órdenes, debe recuperar dos millones de pesos que el Banco San Jorge de Génova retenía a la corona española. Al mando de seis buques entra en el puerto genovés y se sitúa enfrente del palacio de los Doria portando la bandera real en señal de hostilidades. Demanda lo adeudado y da un plazo de 24 horas para su entrega amenazando cañonear la ciudad, que finalmente entrega los dos millones, pero además es obligada por Lezo a rendir honores a bandera española antes de partir de nuevo a la península.

Blas vuelve al combate a bordo del Santiago, acompañado de una fuerza militar compuesta por once barcos de guerra, siete galeras y numerosas embarcaciones de transportes, con 30.000 hombres y 168 piezas artilleras. Esta fuerza al mando de conde de Montemar reconquista el 2 de julio de 1732 la plaza de Orán. Su jefe, el pirata Bey Hacen escapó y se alió con el Bey de Argel disponiendo pronto un ataque contra la ciudad. De esta manera Lezo volvió en Febrero de 1733 para socorrerla con siete navíos de guerra para auxiliar Orán. Las nueve galeras que bloqueaban su puerto huyeron en desbandada pero Lezo persiguió a la nave capitana de Bey de Argel hasta la ensenada de Mostagán defendida por dos fuertes y 4000 enemigos. Lejos de detenerse, Lezo entró en ella impetuoso como siempre, arrasando las dos fortificaciones con gran pericia de los artilleros y asaltando la nave capitana ante el terror de los musulmanes.
Blas de Lezo, habiendo realizado todo tipo de hazañas y con aureola de tremendo lobo de mar, parte de Cádiz el 3 de febrero de 1737, dirigiendo lo que sería la última carrera de indias del imperio con una flotilla de galeones, hacia Cartagena de Indias, ya que se le ha encomendado su defensa como Comandante General de la ciudad. Esta plaza se había convertido en un punto de una importancia geoestratégica capital, por allí pasaban las mercancías provenientes de la península y las posesiones españolas de América del sur. Su pérdida colapsaría el Imperio, los gobernantes españoles sabedores de ello y ante el inevitable enfrentamiento con Inglaterra destinaron a Blas de Lezo para defender la ciudad.

Cartagena de Indias era llamada “la llave del Imperio” y a tal efecto contaba con las mejores y más extensas fortificaciones de todos los virreinatos. No es de extrañar pues anteriormente ya había sufrido los ataques de afamados piratas. En 1542 el francés Robert Baal la toma con 450 hombres, habiendo transcurrido sólo diez años de su fundación. Otro francés, Martin Cote, también logró tomarla en 1559. Resistió la ciudad en 1568 cuando el inglés Sir John Hawkins, traficante de esclavos, la sitió durante 8 días tras su fallido intento de engaño alegando querer comerciar con la ciudad. Su compatriota Francis Drake, logró conquistar la ciudad en 1586 y durante cien días entre febrero y abril del mismo año se instaló en la gobernación causando numerosos incendios, destrucción y saqueos por doquier, inclusive en la Catedral. Abandonó la ciudad tras recibir un cuantioso rescate. Como puede observarse la ciudad era bastante vulnerable y es que la ciudad no estaba fortificada. A petición del rey, el ingeniero militar Bautista Antonelli, comienza la fortificación de Cartagena quien planeó y construyó los primeros baluartes del sistema amurallado que, dos siglos más tarde, convertiría a la ciudad en una fortaleza inexpugnable. Sus muros se construyeron inicialmente de madera y fajina siguiendo sus trazados. Se avanzó la construcción de las murallas y baluartes hasta que el núcleo central de la ciudad quedó bien protegido. Además se construyeron diversos fuertes (Manzanillo, Cruz Grande y Pastelillo) protegiendo el acceso a la bahía interior desde la exterior. Tras varios naufragios aumentó la dificultad de acceso desde el océano a la bahía exterior por el canal de Bocagrande, ganando protagonismo el de Bocachica, donde se construyó el fuerte de San Luis que sería acompañado más tarde por tres baterías al Este y por el fuerte de San José en la orilla Oeste. Se buscaba impedir el acceso y trasiego de naves enemigas en la bahía que permitiría el apoyo de cualquier ataque terrestre. Pero también se incrementaba la potencia de los cañones y se hacía imperativo diseñar fortalezas cada vez más poderosas. Así nació el más imponente castillo que construyeron los españoles en Cartagena, San Felipe de Barajas. Estaba situado en el cerro de San Lázaro, protegiendo la ciudad de cualquier ataque terrestre o desde la bahía. 
En 1657 quedó terminado el primer núcleo del castillo en la cima del cerro, el modesto bastión que Blas de Lezo conocerá y que no tiene nada que ver con las dimensiones colosales que llegaría a adquirir abrazando a todo el cerro de San Lazaro, como se conserva actualmente. No obstante en 1685 el británico Henry Morgan atacará la ciudad y doce años más tarde, en 1697, lo hará exitosamente el barón de Pointis recibiendo órdenes del rey francés. Este último llegaría a decir que en la costa de Cartagena el mar es un señor invencible”. Efectivamente el ataque directo a la ciudad desde Norte por el océano era imposible debido a la poca profundidad del mismo y los botes serían presa fácil de los baluartes de la ciudad. En un análisis muy posterior (1762) Antonio de Arévalo estableció tres avenidas de posibles ataques terrestres a la ciudad: por el Oeste Bocagrande, por Este la Boquilla y por el Sur la Popa. Lo intentó Pointis en 1697 por las playas de Bocagrande, pero le fue imposible desplegar eficazmente las piezas artilleras, ni asentar a la tropa, ni cavar trincheras, ni minar las defensas pues el nivel freático afloraba enseguida. Por lo tanto sólo había dos rutas de ataque factibles: por el Sur y por el Este.

A pesar de las magníficas fortificaciones Blas de Lezo encontró las defensas de la ciudad en un estado calamitoso. Contaba con poca y mala artillería, casi sin municiones y una existencia de pólvora que apenas llegaba a 3300 libras. Desde su llegada su único propósito fue el abastecimiento de la plaza y la fortificación de la bahía. Para ello ordenó cegar completamente el canal de Bocagrande creando una escollera, de esta forma se aseguró que cualquier ataque por mar tuviera que pasar por los fuertes de Bocachica. Reforzó las guarniciones de estas fortificaciones, tendió entre las mismas dos cadenas para impedir el acceso a la bahía y colocó sus barcos para apoyarlos.
En 1739 Inglaterra declara la guerra a España, la llamada guerra de la oreja de Jenkins debido a que Julio León Fandiño, capitán de un guardacostas español, interceptó el Rebbeca del contrabandista Robert Jenkins perdonándole la vida pero a cambio le hizo cortar a éste una oreja, después de lo cual le liberó con este insolente mensaje: “Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. El escándalo en Inglaterra fue mayúsculo y fue el pretexto perfecto para declarar una guerra, que en realidad estaba motivada por la avaricia de los comerciantes ingleses. Por ello planean desmembrar el imperio español que tanto ambicionaban y en ese plan Cartagena de Indias figuraba como la llave para sus propósitos. Para ello se prepara una gran escuadra al mando de Edward Vernon cuya rivalidad con Blas de Lezo era evidente. 

Desde hacía tiempo España conocía las intenciones exactas de Inglaterra y el plan de Vernon, un espía español en Jamaica apodado el Paisano dio tantos detalles que incluso el Virrey Eslava no dio crédito suficiente a la información: se estaba preparando un enorme flota para lanzarla contra Cartagena de Indias y se informaba además de los planes de ataque sobre la plaza. Por entonces la red de espías española superaba a la inglesa, como ejemplo baste mencionar que desconocían la situación de las defensas cartageneras teniendo sólo la información del ataque de Pointis en 1697, de hacía 40 años.
Con el objetivo de amedrentar y sobretodo recabar información directa, el 13 de marzo de 1740 Vernon se presentó ante de la ciudad con ocho navíos mayores, dos brulotes, dos bombardas y un paquebote, que tras bloquear cualquier comunicación con el exterior comenzaron a bombardear las posiciones de Bocachica. Pero Lezo había desmontado algunos cañones de 18 libras de sus navíos que tenían mayor alcance que los de los fuertes. En el momento oportuno dichos cañones dispararon desde la selva sorprendiendo a los barcos de Vernon, que rodeados en un fuego cruzado se vieron obligados a retirarse a Jamaica. Aunque el almirante inglés regresó el 3 de mayo siguiente con trece buques y una bombarda, sólo tuvieron tiempo para reconocer la zona y huir tras verse velozmente envueltos por los navíos de Lezo.




El 13 de marzo de 1741 se avistan desde la ciudad algunas velas enemigas, exactamente un año después del primer ataque. El mismo día una balandra francesa, enviada por el general Leogan, informa que a la altura de la Española se han contado 130 velas que por su derrota parecen dirigirse a Cartagena. Cuando finalmente arribaron todas fuerzas enemigas dos días después, la visión debió ser estremecedora con un muro inacabable de velas. Para desgracia de los defensores la información recibida por la balandra francesa estaba equivocada. Las fuerzas que Vernon presentó dejaban a las claras que esta vez no se trataba de una escaramuza. Los datos varían según las fuentes pero la escuadra británica debió componerse de 180 embarcaciones, 23600 combatientes y unas 3000 piezas artilladas. En cambio Lezo contaba tan sólo con 6 navíos, 2830 hombres y 990 piezas artilladas.
En realidad las tropas de Lezo debieron haber sumado unos 6000 hombres, pero por causa de la fiebre amarilla las tropas provenientes de la península fueron drásticamente diezmadas antes de estos acontecimientos. Además de estas tropas el destino reunió para la defensa de la ciudad a brillantes militares españoles como el propio Virrey Sebastián de Eslava como mando supremo, el comandante del Apostadero Blas de Lezo encargado de la defensa, el intendente del rey y gobernador de la provincia de Cartagena Melchor de Navarrete coordinando, administrando y llevando la contabilidad de los suministros y todo lo acaecido en la defensa, el coronel Carlos Desnaux como castellano de San Luis de Bocachica y San Felipe de Barajas, y el capitán Lorenzo de Alderete defendiendo las baterías de tierra bomba. Todos ellos en sus distintos cometidos, tendrán una actuación decisiva en lo que iba a acontecer.
Vernon amaga, ronda y distrae la atención por las costas, comprobando que es inaccesible la ciudad desde su frente marítimo tras intentar bombardear la ciudad con 17 navíos y las dos bombardas dirigiéndose entonces a Bocachica.

El 17 de marzo comienza el cañoneo contra los fuertes y baterías de aquella entrada a la bahía. Esta acción se producía a todas horas con una media de 62 disparos cada hora, atacando permanentemente ocho barcos que se renovaban de cuatro en cuatro. Pero el comandante vasco se había preparado para minimizar los daños en su tropa y sacar el máximo provecho a los pocos recursos con los que contaba. Colocó los navíos en la entrada de la bahía para apoyar el fuego de las fortificaciones, mientras que en estas dispuso la utilización de rampas bajo los cañones para poder alargar los tiros y disminuir el tiempo de los mismos. Además ante la aplastante superioridad numérica escogió muy inteligentemente el objetivo de la artillería, busco desarbolar los barcos enemigos algo que los inutilizaría para el resto de la campaña y con ese fin ordenó la fabricación de balas encadenadas y palanquetas que se llevaban consigo todo el aparejo. Los barcos de Vernon se vieron sorprendidos con disparos imposibles que destrozaban sus velámenes dejándoles a merced del enemigo. Sólo en la batalla del día veinte los cañonazos españoles dejaron cinco navíos de guerra fuera de combate entre ellos dos de tres puentes. Paralelamente y con el fin de minimizar sus bajas, Lezo ordenó que los merlones (la parte más débil de una muralla entre los cuales se abren las troneras de los cañones) que eran de piedra y ladrillo fueran reconstruidos con costales repletos de tierra apilados unos sobre otros. De esta manera al impactar una bala de cañón no saltaban esas esquirlas que causaban estragos entre los defensores y absorbía el golpe del impacto. Así transcurrieron los días en los que las tropas españolas apenas descansaban pero aguantaban el envite permanente de los navíos británicos.


Mientras tanto los atacantes habían desembarcado en la Boquilla (al Oeste de la ciudad) distrayendo la atención del Virrey Eslava. Sin embargo los británicos tomaron buena nota de las defensas antes del primer ataque a Cartagena, como se refleja en la carta del 7 de Marzo de 1740 de dirigida a Vernon por sus oficiales, y en la que indicaban que las baterías de Tierra Bomba (al Este de Bocachica) se podrían silenciar fácilmente permitiendo desembarcar en ella. Y así ocurrió, tras anular las tres baterías situadas al Este del fuerte de San Luis, no sin sufrir graves daños en tres navíos, las fuerzas inglesas desembarcan tropas y artillería. Lezo bramaba contra el Virrey pues anteriormente le había impedido reforzar aquellas posiciones y ahora el cerrojo de la bahía estaba a punto de saltar. A pesar de estar situado bajo la protección visual de la maleza, increíblemente los ingleses asentaron su campamento bajo el alcance de las murallas de San Luis y situaron sus primeras piezas del lado contrario al campamento, de manera que cuando abrieron fuego el campamento recibió la respuesta del fuerte.

Por su parte Blas pidió numerosas veces realizar salidas para impedir que el enemigo asentase su posiciones y construyera una batería de artillería, a lo que Eslava siempre se negó, sólo permitiéndolo cuando se tuvieron informaciones inequívocas de lo que hacían los británicos. Desgraciadamente para los defensores ya era tarde y fueron repelidos por un rival bien asentado. Cuando el día 2 de abril los ingleses despejaron la maleza dejaron ver la batería recién construida con 20 cañones de 24 libras y 40 morteros que inmediatamente abrieron fuego. Tras 19 días de bombardeo continuo, el 5 de abril de 1741 las tropas inglesas lanzaron con éxito un asalto combinado por tierra y mar contra el fuerte de San Luis de Bocachica, que presentaba tal brecha que incluso se podía entrar a la carga por ella. Durante dicho combate los ya maltrechos San Carlos, África y San Felipe cogieron fuego y se hundieron, mientras que las tropas españolas se retiraron desordenadamente en embarcaciones hacia la ciudad cuando los ingleses ordenaron pasar a cuchillo a toda la guarnición.

Entretanto Lezo ordenaba barrenar la ingobernable el Galicia  para cegar el paso de Bocachica, desgraciadamente el barco no cogió fuego rápidamente y cayó en manos inglesas. Se rompía así la primera línea de defensa que el propio Blas consideraba clave y quería mantener inexpugnable a toda costa. Aunque los atacantes sufrieron 1500 muertos durante el asedio de la fortificación, la situación se ponía muy de cara para ellos.
Tras la toma de Bocachica, Vernon manda la fragata Spence con dos oficiales capturados y el estandarte del buque insignia de Lezo, el Galicia, a Jamaica y Londres informando de la inminente toma de la plaza. Cuando la noticia llegó a la capital británica se dispararon salvas desde la Torre de Londres, las campanas de las iglesias se echaron a volar y la victoria fue celebrada con iluminación general y fuegos artificiales. Incluso el Parlamento mandó acuñar monedas conmemorativas, en algunas se representaba a Lezo arrodillado (con ambos ojos, brazos y piernas sanos) entregando su espada al almirante inglés, y en las que rezaba la siguiente inscripción “el orgullo español humillado por Vernon”.

La terrible situación para los defensores hace que el Virrey Eslava ordene entonces el abandono del fuerte de Cruz Grande considerando la imposibilidad de su defensa y el hundimiento de los intactos Dragón  y Conquistador para cerrar el acceso a la bahía interior. Estas decisiones se realizaron muy a disgusto de don Blas: “y con justa razón me opuse a que se abandonase el Castillo y se echasen a pique los navíos, pero he reconocido que muchos meses a esta parte ha despreciado este caballero cuanto he dicho” Ante la cercanía del enemigo el Conquistador  no es barrenado correctamente siendo capturado por los ingleses y para mayor desgracia la medida no impidió el trasiego de los barcos británicos a la bahía interior. A tal punto llegaron las desavenencias entre los dos defensores, que Lezo pidió le relevaran de su cargo, Eslava no dudó en tomarle la palabra. Sin embargo siguió combatiendo para impedir el desembarco de tropas de en las inmediaciones del cerro de La Popa. Este accidente geográfico suponía una amenaza para el castillo de San Felipe de Barajas que defendía el acceso a la ciudad. Por ello los ingleses se lanzaron contra La Popa que, sin las convenientes defensas que proponía Lezo, cayó en sus manos el día 17 de abril. Sólo quedaba someter el castillo de San Felipe de Barajas y Cartagena estaría a merced del fuego de este. Para ello ya habían tomado el cerro de La Popa desde donde cañonearían la fortificación mientras se lanzaba un asalto de infantería. La suerte del castillo y de Cartagena de Indias estaba prácticamente sellada. Ambos bandos preparaban el combate final, en el lado ingles se subió la artillería a La Popa mientras que se desembarcaban tantos hombres y pertrechos que hablaban de una ofensiva a gran escala; en el lado español ante la crítica situación el Virrey Eslava repone en el mando a Lezo que ordena desbrozar las inmediaciones para no dar cobertura al enemigo y cavar un foso alrededor del fuerte que conectara con una trinchera zigzageante situada a lo largo de la ladera del lado Sur. También envió dos supuestos desertores a los ingleses para tenderles una trampa y ordenó que trajesen al castillo la reserva de marinos dejando indefensa la ciudad, retiró a los civiles a la misma y voló el puente de acceso a ella. El comandante español dispuso en la trinchera 650 soldados y dentro del castillo 300, más la reserva de 200 marinos. Los ingleses asaltarían simultáneamente la fortaleza por los cuatro costados. Se avanzaría por el Sur aunque el grueso de la tropa se centraría en el lado Este, el más empinado pero con deficiencias en la fortificación según la información errónea de los dos supuesto desertores. Del lado Oeste se encargarían los colonos norteamericanos mientras que en el norte se haría una maniobra de distracción Vernon no quiso dar apoyo naval al asalto, puesto que debía internarse en un estrecho canal en el que la superioridad del San Felipe de Barajas era evidente. Sin embargo también exigió rendir el fuerte del Manzanillo, el del Pastelillo y a una compañía que quedó aislada en una playa ante su avance.

En la madrugada del 20 de abril de 1741 comienza el asalto final al castillo de San Felipe de Barajas. Las tropas inglesas que avanzan por el Este son engañadas y se ven de repente bajo el fuego del castillo sin tener otra opción que intentar finalmente el asalto, pero cuando llegan a la muralla las escalas se quedan cortas dos metros, los mismos que tenía el foso ideado por el comandante español. Al Oeste las tropas norteamericanas tienen el mismo problema, produciéndose en ambos frentes una verdadera carnicería entre los atacantes incapaces de escalar las murallas: “…rechazados al fusil por mas de una hora y después de salido el Sol en un fuego continuo y viendo los enemigos la ninguna esperanza de su intento se pusieron en vergonzosa fuga al verse fatigados de los Nuestros los que cansados de escopetearles se abanzaron a bayoneta calada siguiéndolos hasta quasi su campo…” 

Entre tanto los fuertes del Manzanillo y el Pastelillo resistían firmemente. Blas de Lezo ha conseguido que el lado Sur, defendido por la trinchera y la propia fortificación, no sea la que cuente con mayores efectivos enemigos y sin embargo sea la única opción efectiva de ataque contra el verdadero objetivo que otorgaría la victoria. La artillería británica de La Popa se ve obligada a repartir el fuego contra las posiciones atrincheradas, impidiendo así el ablandamiento del castillo. El propio diseño de la trinchera permitía cubrir varios flancos a la vez y no ser desbordada a la primera carga, mientras que su localización otorgaba una posición favorable en la ladera con el enemigo subiéndola y protegida por el fuerte, además la cobertura que la tierra ofrecía permitía protegerse de forma efectiva del cañoneo inglés. Las tropas británicas del lado Sur avanzan hacia el castillo sin saber que al mismo tiempo en los otros frentes sus compatriotas están siendo masacrados bajo un fuego espantoso, y ahora el destino de la contienda esta sobre ellos. El fuego de fusilería es intensísimo y los soldados ingleses no consiguen progresar con facilidad, pasan las horas y las fuerzas de ambos bandos se van concentrando en el mismo flanco, sin embargo los ingleses están sufriendo una gran desgaste subiendo la ladera bajo el sol tropical y el fuego español. Los ingleses envían 400 hombres más de refuerzo pero el combate sigue igual de trabado, hasta que al medio día los españoles dan toque de oración y detienen su fuego algo que será respetado por los atacantes mientras se hace un silencio sepulcral en el campo de batalla. Se reanuda la contienda y poco después de la pausa los británicos dan el toque de asalto comenzando el combate a bayoneta calada. Las artillerías dejan de abrir fuego contra la infantería excepto cuando se producen repliegues españoles que son superados en una proporción de cuatro a uno, a pesar del envío al combate de la reserva de 200 marinos. La línea de combate llegó a los pies de la fortaleza, varios puntos de la trinchera han sido rebasados, el combate es encarnizado, y los soldados españoles están empezando a mostrar signos de debilidad. Blas de Lezo se da cuenta que es el momento decisivo de la batalla, es un todo o nada, y da la orden de que sus 300 marinos, que servían los cañones del castillo y eran su única guarnición, salgan a la carga. Los fatigados ingleses se vieron desbordados en un momento crítico de la batalla ante la frescura e ímpetu de aquellos hombres, siendo expulsados de aquella posición y perseguidos por la tropa española comenzaron una retirada cuesta abajo. Ante estos acontecimientos los asaltantes que ascendían la ladera también se vieron desbordados psicológicamente y la huida se contagió entre las fuerzas inglesas, produciendo una estampida desordenada que los dejó a merced de los españoles y provocó la masacre de los ingleses. Estos fueron perseguidos por los defensores hasta La Popa donde capturaron las piezas de artillería que allí había. El asalto final había terminado, se había firmado otro glorioso capítulo para las armas españolas.

La tenaz defensa que planteó Lezo en todo el sitio de Cartagena buscaba desgastar al enemigo lo más posible para llegar a un combate final con posibilidades reales, algo que ya de por si suponía un éxito frente al número tan abrumador del enemigo. Al igual que las tropas peninsulares fueron diezmadas por las enfermedades tropicales a su llegada a Cartagena de Indias, todo el tiempo que duró la aparentemente absurda resistencia planteada por Lezo promovió la aparición de enfermedades en el enemigo. Las defensas de Cartagena fueron concebidas con este fin: “Se trataba, por lo tanto, de repeler el ataque de tropas noreuropeas, poco acostumbradas a los climas tropicales y deficientemente inmunizadas contra las enfermedades de estas latitudes. El agresor tenia necesariamente que lograr sus objetivos rápidamente, antes que el calor, la humedad, el paludismo y la fiebre amarilla se convirtiesen en invencibles aliados de los sitiados. En Cartagena se estimaba un plazo de seis a ocho semanas para que las huestes tropicales llegasen invisibles a defender la plaza” .
 Los ingleses se vieron obligados a mantenerse demasiado tiempo en el mar, algo que unido a la falta de costumbre de aquellos hombres a las enfermedades tropicales, provocaron el surgimiento de epidemias entre sus tropas. Este proceso fue acelerado por la ambición de Edward Vernon quien, tras tomar Bocachica, decidió no enterrar a los muertos (suyos y ajenos) para lanzarse rápidamente contra la ciudad. Los soldados ingleses estaban padeciendo verdaderas calamidades por parte de la naturaleza y de su mando, ello explica que se desmoronaran de golpe y no pudieran asumir un nuevo asalto a San Felipe de Barajas. Además las desavenencias en la oficialidad británica, el egoísmo y crueldad de sus comandantes provocaron numerosas decisiones fatales y el desrrumbamiento físico y moral de su tropa. Blas de Lezo logró, no sin dificultades, resistir desde primera línea sin que se produjera el descalabro de sus tropas, obligando al enemigo a desgastarse excesivamente y llevándole a un asalto final en el que ya no podía ejercer su superioridad numérica, donde magistralmente encauzó el ataque al frente que dispuso, rechazándolo con brillantez.
El 26 de Abril, Vernon pone postreramente al buque Galicia a disparar contra el fuerte de San Felipe de Barajas. Este barco había sido la nave capitana de Lezo, siendo capturada a los españoles en la toma de Bocachica cuando no cogió fuego a tiempo. El propósito de la misión suicida era humillar el honor español y vengarse. El combate terminó con el Galicia desarbolado y en un calamitoso estado tras recibir el cañoneo simultaneo de las defensas de la ciudad, el fuerte de San Sebastián del Pastelillo y el propio San Felipe de Barajas. Finalmente fue incendiado, unas fuentes hablan que por los propios ingleses cerca del fuerte del Manzanillo y otras por los españoles después de acabar con sus tripulantes, poniendo en llamas el velero que llevado por el viento prendió en otras embarcaciones y material de guerra británico con grave destrucción y pérdidas. Sea como fuere se trata, como los continuos bombardeos sin objetivo alguno, de una muestra de la impotencia de Vernon ante la derrota.
El día 8 de mayo las fuerzas inglesas muestran claros signos de retirada y comienzan su marcha, hasta que el día 20 del mismo mes desaparecen todas las velas inglesas. Antes de su marcha continuaron sus bombardeos y en el momento de su partida Vernon se vio obligado a incendiar cinco buques por falta de tripulación y de regreso a Jamaica tuvo que hundir otro más. Cargados de hombres moribundos, sus barcos parecen hospitales. Más tarde volverá a rondar Cartagena, pero desistirá de cualquier ataque al ver las defensas reparadas y se dirigirá entonces a atacar sin éxito La Habana. Caerá en desgracia a su llegada a una Inglaterra humillada que celebró imprudentemente una victoria que todavía no se había producido. Los historiadores ingleses ocultaron vergonzosamente lo ocurrido en Cartagena de Indias por orden de Jorge II y que pagó Nelson en Tenerife, al que sin embargo encumbraron quizás para tapar lo ocurrido en 1741 y los años posteriores, en ese supuesto “pudiésemos haber sido víctimas de una gigantesca campaña de publicidad pro Nelson mantenida hasta nuestros días”.
Las bajas inglesas en la campaña de Cartagena fueron tremendas, quedando la flota de guerra de su armada prácticamente desmantelada.
Del lado español los daños fueron también importantes, llegando casi al límite de lo que podía soportar la guarnición:
“Cada barco y soldado español hizo frente y derrotó a 10 ingleses. El resultado es tan increíble que el propio Lezo, pecando de humildad, atribuye la victoria “a las misericordias de Dios”. El caso es que las bajas fueron muy graves, “en términos relativos los atacantes habían perdido un 15% de su fuerza y los defensores un 20%, pero pese a esta relativa ventaja local el efecto era mucho peor para el visitante” 15.
Pero existen informaciones más dramáticas de los propios combatientes ingleses que hablan por si solas de la debacle y la tragedia que se cernió sobre ellos: “Por la cuenta honesta tuvimos 18000 hombres muertos, y según un soldado español que capturamos, ellos perdieron a lo sumo 200. El Almirante Una Pierna con su excelente mando y fuego mató a 9,000 de nuestros hombres, la fiebre general mató un número parecido. Cuando eché la última mirada al puerto de Cartagena, su superficie era gris con los cuerpos putrefactos de nuestros hombres, que murieron tan rápidamente que nosotros no podíamos enterrarlos. De los agricultores pobres y débiles de nuestras colonias norteamericanas murieron cuatro hombres de cada cinco”
Tras la tempestad no vino la calma. Sebastián Eslava, Virrey de Nueva Granada, se guardó las desavenencias con el marino vasco y escribió varias veces al Rey pidiendo castigo para Lezo, cosa que al final logrará hundiéndole social y económicamente. El marino vasco intenta conservar el prestigió y la fama ganadas durante 40 años de su vida entregados al servicio de Su Majestad Felipe V, escribiendo a sus amigos de la península, remitiendo el diario de lo acontecido en Cartagena de Indias. Patiño, su gran valedor, intenta mediar ante el rey, pero este bastante trastornado y ya envenenado por las informaciones de Eslava ignorará lo que alega Lezo. Pero este ya estaba enfermo, unas fuentes afirman que por las heridas sufridas y otras por las enfermedades transmitidas tras la matanza ocurrida semanas antes. El 7 de septiembre de 1741 muere en Cartagena de Indias sin recibir sepultura conocida por las penurias monetarias y sociales que padeció su mujer por culpa de aquellos rencores. Nadie se atrevía a mostrar su cercanía por miedo a las represalias. La situación fue tan cruel que incluso muerto fue destituido aunque posteriormente se rehabilitó su figura y se le concedió a título póstumo el marquesado de Ovieco. Así desapareció un almirante leal, valiente y tenaz, brusco pero humilde, pragmático a la par que ingenioso (quizás adelantado a su tiempo) y con perfecto dominio del factor psicológico, uno de los militares más brillantes que ha dado el país y me atrevería a decir que el mejor de su época, pero a la vez uno de los más olvidados por esta, en ocasiones, ingrata España que le negó su última voluntad, una placa al pie del castillo de San Felipe de Barajas que rezaría verazmente: “Ante estas murallas fueron humilladas Inglaterra y sus colonias".
Una vez más se pone de manifiesto que, a lo largo de nuestra Historia, "los personajillos despreciables" han abundado en las altas esferas. Casi todos los grandes hombres que consiguieron gloria y esplendor para nuestro País, fueron olvidados e ignorados, en muchos casos degradados y condenados, negándoles el reconocimiento de sus méritos tan duramente demostrados. 
Queridos amigos; hay que conocer nuestra Historia para no cometer los mismos errores. El Pueblo Español siempre ha estado por encima de los nefastos reyes y gobernantes que han tenido la  desdicha de padecer.

Datos y Bibliografía consultados; Wikipedia y El Guarida de Goyix

martes, 11 de noviembre de 2014

EL SILENCIO DE LOS BORREGOS




Borregos, una enorme manada de borregos dirigiéndose hacia el matadero, es lo que a mi juicio, somos hoy los españoles. Muy pocos queremos darnos cuenta del descuartizamiento del Estado Español que se está llevando a cabo en nuestras  narices. Muchos menos aún, los que lo decimos abiertamente, gritándolo a los cuatro vientos.
Fachas, nazis, extrema derecha, y toda clase de improperios, es lo que escuchamos los que nos sentimos orgullosos de nuestra Patria y nuestra Bandera. Tontos del culo, idiotas, etc., es lo que oímos los liberales librepensadores que, no seguimos las doctrinas de ningún partido político, ni de ninguna corriente política.



Una juventud lerda e ignorante, sistemáticamente alineada por un sistema educativo deleznable que, ha procurado idiotizarles convenientemente para que no sepan pensar por sí mismos, que ha procurado erradicar de los texto educativos su gloriosa Historia y pasado, con sus claros y sus sombras por supuesto, y les ha condenado al regionalismo tribal y empobrecedor de su localidad de nacimiento, unos jóvenes protegidos en exceso por sus padres y por unas Leyes aberrantes, más preocupados en tener el último modelo de Smartphone que en aprender y formarse. ¿Qué se puede esperar de estas generaciones? No se puede esperar nada. Los jóvenes de hoy en día, con una gloriosa minoría por supuesto, son incapaces de darse cuenta de que les están robando su soberanía, que les están despojando de sus derechos; en definitiva  de su futuro. Nada se puede esperar de ellos y tampoco se les puede culpabilizar en exceso: no se puede amar lo que se desconoce.


¿Pero y los mayores? ¿Dónde están los mayores? Los hijos de la guerra y la posguerra, los que tanto padecimos y sufrimos, los que carecimos de todo y solo tuvimos  el derecho de trabajar en cuanto nuestras piernas nos pudieron sostener ¿Dónde se esconde toda esa gente?¿Dónde están los hijos de la Transición? ¿Tan rápido han olvidado lo que tuvimos que aguantar y padecer hasta que tuvimos encauzada la Democracia?
A mí me duele España, me duele su declive y su empobrecimiento moral. Me duele ver a sus hijos ignorantes de su propia Historia. Me duele ver cómo estos mangantes, trileros, sinvergüenzas, ladrones, etc. nos birlan nuestra soberanía y se la entregan sin más, a esos acémilas repugnantes, hijos de mala madre, a esos tenderos fenicios corrompidos hasta la médula. Politicastros de mierda, cobardes, lameculos, hombres sin honor y sin palabra. Caterva de chuloputas de uno y otro partido, chusma corrupta, expoliadora y cobarde que hacen que hasta el infame Carlos IV parezca un patriota a su lado ¡¡Idos ya de España, marchaos al infierno todos juntos si es que el demonio os acepta, cosa que dudo!!



Españoles de bien, esos que aun amáis a vuestra Patria y os sentís orgullosos de nuestra Bandera, reaccionar, reaccionar, y en la medida de lo posible, haced lo que podáis, gritad, no os calléis, no consintáis esta traición de nuestros gobernantes.
Si callamos otorgamos, si miramos para otro lado, luego será tarde. Cuando queramos darnos cuenta ya se habrá consumado la traición y España habrá dejado de existir. Si no lo hacemos por nosotros, tenemos que hacerlo por nuestros hijos. Hemos de conseguir que se sientan orgullosos de nosotros; defendamos su legado y su Patria.

Españoles: nuestra Patria está en peligro y seremos nosotros, los ciudadanos de a pie, quienes tengamos que defenderla al igual que antes hicieron nuestros antepasados. Somos más y tenemos razón. Echemos de nuestras Instituciones a esta panda de delincuentes.

 ¡VIVA ESPAÑA y VIVAN LOS ESPAÑOLES DE BIEN!
¡Que Dios nos ayude!